Cuba está viviendo las protestas más sonadas desde 1994. Miles de cubanos se han echado a las calles sin que haya detrás de ellos organización alguna. Protestan por los apagones de luz, por la mala gestión del covid, por la falta de alimentos, por la falta de libertad. La pandemia ha llevado a los cubanos a enfrentarse a la escasez de medicamentos con una infraestructura sanitaria semidestruida. Cuba atraviesa la que podría ser la peor crisis alimentaria de su historia, con un encarecimiento desorbitado de los productos de primera necesidad. Las ayudas de Venezuela han dejado de llegar.

Desde hace unos meses se ha producido un reverdecer de la disidencia en la sociedad civil a través de internet y de las redes sociales, con movimientos como “San Isidro” y el “27N”. Hay quien habla de una primavera cubana parecida a las primaveras árabes de hace diez años.

El presidente Díaz-Canel ha reaccionado con furia y con represión, llamando a los fieles al castrismo a salir a las calles para enfrentarse con los que protestan. El régimen sigue recurriendo a detenciones arbitrarias y a restricciones de la circulación y de las comunicaciones. Díaz-Canel no cuenta con el aura de la legitimidad revolucionaria de los Castro, y si las personas que están en la calle persisten en la protesta puede suceder cualquier cosa. Lo que necesitan ahora es apoyo internacional, necesitan especialmente el apoyo del Gobierno de España