Todas las lenguas, razas y naciones

Miles de fieles han acudido este miércoles a la Basílica de San Pedro para dar su último adiós al Papa Francisco. Las largas colas y la profunda emotividad de los peregrinos reflejan el cariño de una Iglesia que siempre vio en Francisco un testigo creíble de la fe en Jesucristo y un pastor cercano y comprometido con la verdad. Desde todos los rincones del mundo, como peregrinos, han viajado hasta Roma para despedirse de quien ha sido su padre, siguiendo el mandato de Jesús a Pedro: “confirma en la fe a mis hermanos”.

Ataviado de rojo, color del luto pontificio, con una mitra y un rosario, el cuerpo del Pontífice reposa casi a nivel del suelo, a poca distancia de la tumba de San Pedro. Sin ornamentos especiales y en coherencia con la sencillez que siempre lo definió. Fiel a su costumbre y a su personalidad, Francisco ha querido renunciar a lo accesorio. Durante tres días los fieles podrán acercarse a despedirlo en un entorno que refleja fielmente su mensaje y magisterio.

La muerte de Francisco ha causado un enorme pesar, pero también ha reavivado la gratitud de su pueblo y ha brindado consuelo a quienes saben que vivir en la Iglesia es caminar juntos con Jesús en medio. La esperanza de los creyentes se hace especialmente presente en este momento de despedida, en el que contemplamos el espectáculo de todas las lenguas, razas y naciones reunidas en la comunión de una Iglesia agradecida, que mira al futuro con confianza en su Señor.