El sentido de la Semana Santa
Comienzan unos días en los que un prolongado silencio rompe con el bullicioso curso de la vida ordinaria

Madrid - Publicado el
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Cada año, con la celebración del Jueves Santo, comienzan unos días en los que un prolongado silencio rompe con el bullicioso curso de la vida ordinaria. En las plazas y calles de nuestras ciudades se escucha el retumbar de los tambores que acompañan la representación artística de los momentos últimos de Jesús de Nazaret antes de morir.
Arte que nace de una fe que se hace vida y cultura, y que desvela el sentido último de lo humano. Por eso penetra la realidad del dolor, del mal, de la pobreza, de la tragedia, e interpela nuestro anhelo de bienestar para ir más allá.
No pocos se preguntan, ante las representaciones de Jesús que pasan junto a nosotros, si no es excepcional que un hombre aparentemente derrotado, muerto en el abandono y en el sufrimiento más extremo, sea presentado como el redentor de nuestras vidas y de la historia.
La Semana Santa no es la manifestación de una historia pasada, reliquia añorada de un tiempo en el que no se habían asentado la razón y el progreso. La Semana Santa no es patrimonio de la nostalgia, ni de épocas en las que la Iglesia marcaba las horas del día y las hojas del calendario.
Estos días de Semana Santa, como ha escrito el Papa Francisco en la homilía de la Misa Crismal, son una oportunidad para que abramos “el libro de nuestra vida y encontremos los pasajes que nos revelan su sentido y misión”. Estos días se nos brindan para considerar el propio corazón y acoger a Jesús, el único que responde a sus deseos más profundos de verdad, de justicia y de felicidad.



