Necesitamos una paz desarmada y desarmante
No podemos quedar cegados por la supuesta bondad de un fin para legitimar en la respuesta medios que son indiscutiblemente malos

Necesitamos una paz desarmada y desarmante
Madrid - Publicado el
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El bombardeo de Estados Unidos a Irán abre, si cabe, un escenario de mayor inestabilidad e incertidumbre, que no hace, sino agravar la situación que venimos padeciendo desde hace tiempo.
El Papa Francisco repetía con frecuencia, con gran visión en el diagnóstico, que nuestro tiempo estaba viviendo una suerte de tercera guerra mundial a plazos. León XIV, en sus primeras palabras como Papa desde el balcón de san Pedro, nos habló de la necesidad de paz, con mayúscula; la paz que nos trae Cristo Resucitado.
El mismo Papa agustino nos ha recordado este domingo que hoy más que nunca la humanidad grita e invoca la paz, y ha pedido que la diplomacia haga callar las armas para que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia o conflictos armados.
Esa diplomacia de la que habla el Papa va a hacer mucha falta.
En el nivel estrictamente geopolítico, queda por precisar el alcance del ataque de Estados Unidos que, presuntamente, buscaba dañar de forma irreversible alguna las instalaciones iraníes de enriquecimiento nuclear.
Queda por ver también la respuesta de Irán, que ya ha comenzado; y la amenaza explícita de Trump que también ha hablado de una respuesta mucho mayor, si fuera necesaria.
Sabemos que esa espiral y esa famosa escalada, no traen nada bueno. Sabemos que la violencia genera más violencia y que el horror de la guerra, como nos ha recordado también el Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Monseñor Luis Argüello, solo nos lleva de cabeza a la llamada paz de los cementerios.
No podemos quedar cegados por la supuesta bondad de un fin para legitimar en la respuesta medios que son indiscutiblemente malos. Ahora más que nunca, necesitamos, como dice León XIV, una paz desarmada y desarmante, que lejos de ser una utopía, es una paz posible, a la que cada uno de nosotros, desde nuestra condición y responsabilidad, estamos llamados.