La carta magna de Weimar se desmarcó de otras constituciones de la época desde su primera letra. Hay que destacar que los ciudadanos tuvieron cierta influencia sobre los procesos políticos que tenían lugar en Alemania. La Constitución de Weimar señalaba que el presidente debía ser elegido por el pueblo y contemplaba la opción de influir sobre las leyes mediante diferentes iniciativas populares y también plebiscitos. En este sentido, entre 1919 y 1933 sólo se realizaron tres iniciativas populares, de las cuales dos fracasaron por la falta de participación en los comicios.

Durante la República de Weimar tuvo lugar una importante dilatación en los círculos de electores. La edad mínima para votar bajó de 25 a 20 años. Sin embargo, el cambio más importante fue la introducción del sufragio femenino activo y pasivo. No obstante, la participación de mujeres en las listas de candidatos de los partidos no tuvo mucho éxito. Sin embargo, la participación de mujeres en la Asamblea Nacional Constituyente de Weimar llegó casi al diez por ciento. En ningún otro país del mundo se había visto un fenómeno como ese.

Se trata de un periodo  muy interesante de la historia contemporánea de Europa, desarrollándose de forma paralela a la Revolución Rusa, el desarrollo de la industrialización después de la I Guerra Mundial y la unificación de países como Italia. Pero esta experiencia democrática de más de una década estaba sometida a importantes tensiones sociales y políticas. En la última fase de la República de Weimar, el nazismo empieza a crecer de forma paralela y acabaría desembocando en el Tercer Reich, ya que Hitler pronto suspendería las libertades individuales y políticas y a la Segunda Guerra Mundial.

Pero uno de los principales problemas de este sistema político es que con el paso del tiempo empezó a diluirse todos esos proyectos que colocaban al ciudadano en el centro de las decisiones, sobre todo por la incapacidad de alcanzar un mínimo de gobernabilidad que mejorase la situación económica y social del país.

A todos estos problemas se les unía también las importantes divisiones internas de los partidos políticos y las grandes movilizaciones de masas que provocaron una gran desestabilidad en este joven sistema democrático. Desde el punto de vista económico, la República de Weimar fue recordada por el conocido como ‘El periodo de la hiperinflación’, que entre 1921 y 1923 asoló a Europa con una serie de hiperinflaciones que produjeron una importante subida de los precios, de los tipos de interés, modificaciones del tipo de cambio y abandono de la moneda como unidad de intercambio.

Los motivos de su fracaso

Desde sus inicios, la república se enfrentó a los problemas que hemos citado anteriormente, ya que la I Guerra Mundial llevó a Alemania al colapso total. Desde el punto de vista moral tampoco se produjo una ruptura total con el antiguo Imperio. Sobre la mesa continuaba la responsabilidad de Alemania en la I Guerra Mundial, hecho que provocó que el 28 de junio de 1919 en el Tratado de Paz de Versalles Alemania se viera obligada a firmar el tratado, situación que fue percibida por muchos alemanes como una gran injusticia. A todo esto se unía las cesiones territoriales, la pérdida de las colonias y las restricciones militares, y por último la prohibición de que Austria se unificara con Alemania.

De forma paralela el nazismo iba cogiendo fuerza en Alemania, en las elecciones del 14 de septiembre de 1930, el partido de Adolf Hitler se convirtió en la segunda fuerza política del país, ascenso que desembocaría en la fundación del Tercer Reich. Muchos historiadores han señalado que Hitler fue el principal beneficiado de la democratización de Alemania, sobre todo por la temprana implantación del sufragio democrático y la tardía parlamentarización del sistema de gobierno.