Más de seis meses ha tardado el operativo de búsqueda en poder dar respuesta a lo ocurrido en el vertedero de Zaldibar. El coronavirus, las elecciones vascas y los problemas sanitarios que se desprendían del vertedero han sido claves para que se tarde casi medio año en encontrar alguna pista de los dos operarios desaparecidos, Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán.

El pasado 6 de febrero tuvo lugar el derrumbe que ha acabado de la peor forma posible. Este miércoles la autopsia ha confirmado que los restos encontrados en las últimas horas pertenecen a Alberto Sololuze.

Seis meses de agonía

Una agonía para las familias, donde a la angustia que han sufrido hay que sumar lo abandonadas que se han sentido en todo momento por los representantes públicos. Y es que El Gobierno vasco ha intentado ponerse de perfil en todo momento, en una de las peores crisis de Urkullu como lehendakari y que ha sido muy criticada tanto por los vecinos de la zona como por la oposición. Ha sido tal la confrontación que ha existido entre ambas partes que el lehendakari no se trasladó hasta seis días después de lo sucedido hasta la zona.

Los vecinos de ambos operarios, en cambio, han sido siempre, junto a la familia, quienes han estado en primera línea y han pedido que no se olvide lo sucedido. Además, han señalado al Gobierno de Iñigo Urkullu por las decencias sanitarias que presentaba el vertedero y han recordado en más de una ocasión que esto era cuestión de tiempo.

Tras el fin del Estado de Alarma y con el inicio de la nueva normalidad, los trabajos en el vertedero volvieron, después de verse interrumpidos por problemas sanitarios y el coronavirus, hasta que finalmente estos han dado sus frutos.

En los últimos días habíamos conocido que la Ertzaintza había encontrado restos óseos entre los escombros. Hoy hemos sabido que esos restos pertenecen a Alberto Sololuze, uno de los dos operarios fallecidos.

Este vecino de 62 años quedó atrapado en su puesto de trabajo, la báscula, el pasado 6 de febrero cuando se vio sorprendido por el derrumbe. Su función dentro del vertedero era contar los camiones que llegaban hasta la zona, y aunque en más de una ocasión había aclarado que a su juicio eran demasiados, nadie le había hecho caso.

Alberto Sololuze, el operario que advirtió de los riesgos

De hecho, sus propios familiares han apuntado que días antes del accidente, Alberto y Joaquín habían hablado que en el vertedero ocurría algo poco común y que era probable, dada las malas circunstancias en la que se encontraba la zona, que ocurriese una tragedia. Finalmente, lo peor ha acabado con la vida de ambos.

Este vecino de Eibar, originario de una localidad guipuzcoana próxima a Zaldibar, aunque afincado en Markina-Xemein estaba a punto de jubilarse cuando se vio sorprendido por este terrible derrumbe. Su principal afición era la montaña y cazar perretxikos, una seta propia de los valles de Euskadi y Navarra.

Los compañeros lo han definido como una “bella persona”, con la que compartía vida con su mujer Nati, trabajadora en la Peugeuot de Eibar y su hija Naia, casada hace unos cuantos meses. Humanidad como bandera, su cuñado Pedro Alberdi remarcó en una carta pública ese perfil personal y ese amor por el monte, ámbito en el que se sentía como pez en el agua.

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Una de sus sobrinas, una conocida atleta en Euskadi, ha reconocido en alguna entrevista que desde aquel fatídico día, han estado pendientes del teléfono. Ahora, por fin, van a poder dar sepultura a su ser querido, y han pedido que se siga investigando porque los restos de Joaquín Beltrán todavía no han aparecido.

Las investigaciones judiciales siguen su marcha, en un caso que ha llegado incluso a la Comisión Europea, después de que el comisario europeo de Medio Ambiente, Virginijus Sinkevicius, apuntase el 13 de mayo en una contestación a preguntas de eurodiputados del PP y Cs a "importantes deficiencias" en el vertedero, y aseguró que examinaría el caso dada "su gravedad"