El coronavirus ha podido traer consigo un cambio muy importante en la operativa de los bancos. Este se está dejando notar con la reducción de sucursales y de trabajadores, pero también en cuanto a los cajeros automáticos: según el Banco de España, cada vez desaparecen más, y la cifra de máquinas ya es menor a 50.000 (casi 49.800), situándose en mínimos de 2002.

Los cajeros sirven tanto para retirar dinero como para hacer otro tipo de trámites y su cifra aumentaba desde 2016 debido a la crisis (así se hacen operaciones allí y no en ventanilla y los trabajadores pueden dedicarse a tareas de valor añadido). Algo que ya no volverá a suceder, ya que se espera una tendencia a la baja de estas máquinas en los próximos años.

Ahora mismo, la operativa móvil y la reducción de costes mandan. De ahí que desde 2020 empiece a bajar de forma drástica el número de cajeros. Se quiere fomentar la banca a través de Internet en lo que respecta a las funciones que venían realizándose en las máquinas. La pandemia ha acelerado el proceso de digitalización de la banca, a la que le viene muy bien prescindir de los cajeros automáticos: consumen electricidad, hay que recargarlos en cuanto al dinero y a nivel tecnológico y los que están instalados en la calle están gravados con un impuesto especial.

Por tanto, los cajeros descenderán, aunque no tanto como las oficinas. Como se quiere contribuir al pago con tarjeta e incluso con el móvil, a su vez se quiere que vaya desapareciendo el dinero en efectivo. Ahora mismo, hay más transacciones con tarjeta en número (16%) e importe (9%), con las retiradas de dinero en los cajeros cayendo en ambas variables (26% en número y 15% en importe).

Además, cada vez hay un mayor número de comercios con terminales punto de venta para poder pagar con tarjeta o móvil (ya hay más de dos millones de aparatos que lo permiten). Como la comercialización ya se hace de forma online en un 50% de las ventas totales, los cierres de oficinas y la clausura de cajeros automáticos no dejarán de estar a la orden del día.

Por el contrario, el negocio de las tarjetas tan sólo prosperará: ya hay más de un 50% de tarjetas de débito y más de un 37% de crédito para acaparar casi el 88% del mercado. Cabe esperar que todos los porcentajes, a este respecto, no dejen de ir en aumento.