MÚSICA DISCO

El triunfo de la banda Veintiuno "en una industria que por rentabilidad no quiere bandas"

Javier Herrero.

Agencia EFE

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Javier Herrero.

"Somos una banda", reivindican con orgullo en la intro de su nuevo disco el grupo español Veintiuno, conscientes de que su creciente éxito constituye una proeza en un panorama musical que en la actualidad apenas promueve las formaciones colectivas, ni desde la industria ni desde el público.

"Solo un ejemplo: si aceptamos que la visión hegemónica digital es Spotify, en el top 50 en España suelen aparecer solo dos grupos, Maneskin y Morat", lamenta en una charla con EFE Diego Arroyo, compositor y cantante de este cuarteto toledano que completan Yago Banet, Pepe Narváez y Rafa Pachón.

No es un problema que se ciña al ámbito nacional. Entre los 50 artistas con más reproducciones a nivel mundial esta semana apenas consiguen un puesto los británicos Arctic Monkeys o los estadounidenses Grupo Frontera, en parte empujados por su colaboración con Bad Bunny.

"Pertenecemos a una estirpe que no lo tiene fácil. Sí hay un circuito de salas y de festivales, pero ahí igual puedes tocar ante 10 que ante 30.000 personas; más allá se pone el foco menos en las bandas", insiste Arroyo.

En su opinión, "dentro de que todas las escenas sufren cierto desgaste, las bandas ahora están menos de moda" y, sobre todo, les afecta una justificación mucho más concreta: la rentabilidad.

"Resultamos poco rentables y más caros para una discográfica, a la que le resulta mucho más interesante mover a un solista, ya no solo porque se destine menos dinero a las grabaciones, es que va en todo: habitaciones de hotel, desplazamientos...", expone.

Añade a su razonamiento "una visión muy marxista": "Cuando enajenas los medios de producción del trabajador, es más fácil trabajar con él, porque si se lo quitas todo, no tiene autonomía para tomar decisiones".

A partir de ese razonamiento, Veintiuno ha querido mantener su fortaleza como colectivo desde su primer trabajo autoeditado, "Nada parecido" (2015), pasando por sus siguientes álbumes de la mano de Warner Music, "Gourmet" (2018) y "Corazonada" (2021), tras el que recibieron el Premio Odeón a la revelación rock.

"Lo hemos hecho juntos, hemos vendido instrumentos para pagar las grabaciones, somos una banda y esto tiene sentido para nosotros porque lo hacemos juntos", proclamaron en su discurso de agradecimiento, un discurso que vuelve a sonar ahora en el arranque de su cuarto disco, "El arte de perder", que ve la luz este viernes.

Tanto su "confesional" contenido ("Son muchas cosas que nos han pasado", reconoce) como su título, extraído de un libro de Elizabeth Bishop, hablan sobre todo de un tiempo pretérito.

"Me atrevería a decir que hoy nos va muy bien, pero en lugar de centrarnos en que estamos genial, eso nos da el prisma para contar las cosas con distancia y cerrar ese capítulo", explica Arroyo.

El músico se muestra consciente de que, aunque hayan desarrollado una manera "artesanal" de trabajar, siguen sujetos a variables incontrolables. "Hemos tenido la inmensa suerte de que la gente nos esté recibiendo como nunca, pero sigue implícita la pregunta de cuántas bandas que tocaban cuando nosotros empezamos siguen ahí", señala.

Sea como fuere, desde el arranque de "El arte de perder" (Warner Music) se percibe una energía optimista. "Define lo que somos como banda: éramos amigos hace 11 años cuando estábamos terminando el instituto y empezamos a tocar, es lo que nos ha permitido tirar cuando no había nadie tirando y es lo que nos hace seguir, mantener esto como unos colegas con una ilusión común", indica.

Reconoce Arroyo que, por la continuidad de ese espíritu, y habida cuenta del buen número de bandas cuyos integrantes pasaron a ser más compañeros de trabajo que otra cosa cuando el asunto cogió velocidad, da casi más miedo el éxito que el fracaso, "un miedo que flipas".

"No sé si hay un secreto para que esto siga así, pero ayuda dar las gracias y pedir perdón", añade el cantante, antes de confesar otro mecanismo que en un cuarteto ayuda a la democracia interna: "El mánager desempata".

Su defensa del concepto de banda se ha materializado en el repertorio en dos colaboraciones importantes con otros dos grupos, por un lado con los argentinos Silvestre y La Naranja y, por otro, con sus admirados Love of Lesbian, con los que interpretan el corte que más seguidores han atrapado en este álbum, "La vida moderna".

Al trabajo a los controles de Santos y Fluren, los productores comunes que les hicieron de puente para lanzarles la propuesta a los de Santi Balmes, en este álbum se unen otros colaboradores como Ale Acosta (Fuel Fandango) y Tato Latorre, a fin de expandir "su paleta de colores".

"Hemos trabajado con gente buenísima, cada uno con una visión de quiénes éramos", celebran con el álbum casi en la calle y una gira "con más medios que nunca" que contará este viernes en el Gran Canaria Sum Festival con un aperitivo y que arrancará a pleno motor el próximo 11 de enero en La Riviera de Madrid.

Visto en ABC

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