¿Puede el paracetamol curar el mal de amores y el ibuprofeno la depresión? Dos estudios científicos dicen que sí

El desamor, el rechazo social, provocan un dolor emocional reconocible, que el cerebro transforma parte de ese dolor emocional en dolor físico, y que los analgésicos ayudan a sobrellevarlo

Desamor
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Sefi García

Sefi García, redactora de Sociedad de COPE, habla de dos estudios científicos sobre el uso de fármacos para aliviar el dolor emocional

Sefi García

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El desamor, el rechazo social, provocan un dolor emocional reconocible. Pero diversos estudios se plantean que el cerebro transforma parte de ese dolor emocional en dolor físico, y que los analgésicos ayudan a sobrellevarlo. 

De la misma forma, un proceso inflamatorio físico puede provocar una depresión, que podría aliviarse con fármacos antiinflamatorios. La muestra de ambos estudios es todavía pequeña, pero demuestran que nuestro cerebro no distingue entre un dolor emocional y uno físico.

 PARACETAMOL PARA EL RECHAZO  

La Universidad de California, en los Angeles, realizó un experimento dirigido por la psicóloga Naomi Einserberg. Parte de los participantes tomaron un analgésico similar al paracetamol y parte un placebo diariamente durante tres semanas. 

Los primeros reportaron menos dolor social a diario, lo que comprobaron además con imágenes de resonancia magnética para medir la actividad cerebral de los participantes y descubrimos que el analgésico redujo las respuestas neuronales al rechazo social en regiones cerebrales previamente asociadas con la angustia causada por el dolor social y el componente afectivo del dolor físico. 

Por lo tanto, concluye el estudio, el analgésico reduce las respuestas conductuales y neuronales asociadas con el dolor del rechazo social, lo que demuestra una superposición sustancial entre el dolor social y el físico.

El profesor de Biología celular de la Universidad de Jaén, Francisco Esteban, ha explicado a COPE que es un hecho que está bien documentado. "Cuando una persona se siente rechazada socialmente, se activan en su cerebro zonas como la corteza cingulada anterior y la ínsula, que son zonas que también se activan cuando sentimos dolor físico. Es decir, que el cerebro no distingue completamente entre una herida emocional y una física y esto podría tener su sentido evolutivo porque para nuestra especie ser excluido del grupo podría suponer un riesgo vital, así que nuestro cerebro aprovecha los mismos circuitos para señalarnos ese peligro, ese peligro social como algo que duele".

Advierte que esto no significa que un analgésico cure el desamor o la tristeza profunda "pero sí que sugiere que hay un componente físico real en ese dolor emocional y que en ciertos casos podría aliviarse parcialmente". 

Pero se necesita más evidencia científica, más  investigaciones antes de que esto llegue a nuestras vidas, y sobre todo conocer "las implicaciones clínicas y éticas de utilizar este tipo de analgésico físico en el tratamiento del dolor emocional".

IBUPROFENO PARA LA DEPRESION  

Francisco Esteban firma un artículo divulgativo junto a Sergio Iglesias en la revista Conversation donde recogen los resultados de esta investigación y de otra dirigida por Ole Köhler-Forsberg, profesor del departamento de medicina clínica de la universidad de Aarhus de Dinamarca que relaciona la mejoría en la depresión con antiinflamatorios.

 Se trata de un metaanálisis, que recoge 14 ensayos clínicos sobre el tema, en el que se demuestra la correlación de la enfermedad inflamatoria con la depresión y los buenos resultados clínicos de esta al tratarse con antiinflamatorios.

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“Se ha observado que algunas personas con altos niveles de inflamación por infecciones o por enfermedades autoinmunes también tienen más riesgo de depresión-precisa el profesor Esteban- y hay estudios que muestran que en esos casos los antiinflamatorios, completamente el CERCOSIP que se utiliza para tratar la artritis, pueden reducir los síntomas depresivos y también a la inversa, algún antidepresivo parece que reduce los marcadores inflamatorios. Así que creo que podemos decir que el sistema inmunológico y el sistema nervioso están mucho más conectados de lo que a priori pensamos. Y no es que un ibuprofeno sirva para cualquier tristeza, pero sí que se abre una línea de investigación muy prometedora”.

 CAMBIO DE PARADIGMA Y ÉTICA  

Estos estudios son prometedores, sobre todo porque cambiarán "al menos cómo entendemos el dolor emocional. Cada vez tenemos más evidencia de que el cuerpo y mente no están separados, y que las emociones y la inflamación, el dolor físico y la salud mental, todos están conectados, y con ello también se pueden abrir nuevas opciones para aliviar el sufrimiento, especialmente cuando los tratamientos tradicionales no funcionan".

El biólogo celular asegura que hay que hacerlo siempre y con una visión integral, porque "esto no significa que vayamos a tratar todas las emociones con fármacos, pero sí que podemos empezar a entender mejor por qué sentimos lo que sentimos. La ciencia nos ofrece herramientas-recuerda-pero hay que decidir cómo y cuándo usarlas y  tener en cuenta tanto el alivio del sufrimiento como los peligros de medicalizar cada emoción humana".

La comunidad científica además de investigaciones como las que hemos mencionado debe cuestionarse "si queremos tratar la tristeza como si fuera una enfermedad del cuerpo, o cuáles pueden ser los riesgos de utilizar fármacos que influyen en nuestras emociones más profundas, lo cual no deja de ser realmente importante".

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