• Viernes, 10 de mayo 2024
  • ABC

COPE

Noticias

Críticas de los estrenos de cine del 12 de abril

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellana comentan “Oblivion”, “Tipos legales”, “To the Wonder”, “October Baby”, “LOL”, “Alacrán enamorado” y “4 días de mayo”.

Oblivion

Oblivion

cope.escope.es

Tiempo de lectura: 14'Actualizado 26 may 2017

Oblivion*** (6,5). En 2017, una violenta invasión de los extraterrestres Scavs destruyó la Luna y provocó la contaminación nuclear de gran parte de la Tierra. Ganaron los humanos, pero se vieron obligados a emigrar masivamente a Titán, el satélite natural de Saturno. Sesenta años después, en 2077, sólo quedan en la tierra algunos armados operarios, a los que se les ha borrado la memoria para facilitarles su arduo trabajo. Ellos mantienen y arreglan los aviones no tripulados que vigilan unas inmensas plataformas de extracción de agua marina, atacadas con frecuencia por algunos scavs que continúan en pie de guerra. Uno de esos mecánicos-vigilantes es el inquieto Jack Harper (Tom Cruise), asistido por la metódica Victoria (Andrea Riseborough) desde el sofisticado centro de control en que viven. La rutinaria vida de ambos cambia radicalmente cuando Jack salva de una accidentada nave terrestre a la bella Julia (Olga Kurylenko), una comandante que aparece de modo recurrente en los propios sueños del mecánico. De este modo, Jack deberá enfrentarse a su olvidado pasado para poder salvar a la raza humana.

Tres años después de decepcionar con su primer largometraje, “Tron: Legacy”, el prestigioso realizador publicitario estadounidense Joseph Kosinski retorna con “Oblivion”, otro drama de ciencia-ficción, en el que adapta la novela gráfica que él mismo escribió con Arvid Nelson, y que ilustró Andrée Tallin. Desde su primera secuencia, la película está planteada como un vehículo para el lucimiento de Tom Cruise y como un homenaje a todos los grandes títulos del género. De hecho, el buen aficionado descubrirá referencias más o menos explícitas a las sagas de “El Planeta de los Simios”, “Mad Max”, “Star Wars”, “Star Trek”, “Alien”, “Matrix”…, y a títulos emblemáticos como “2001 Una odisea del espacio”, “Cuando el destino nos alcance”, “El último hombre vivo”, “Blade Runner”, “Desafío total”, “Solaris”, “Doce monos”, “Inteligencia Artificial”, “Soy leyenda”, “Wall- E”... El filme amplía incluso su discurso cinéfilo recordando el emotivo desenlace en el Empire State de las diversas versiones y revisiones del melodrama “Tú y yo”, de Leo McCarey.

A esta acumulación de referentes fílmicos, se añaden otros más literarios, sobre todo a “La Odisea”, de Homero —respecto al viaje y al retorno del héroe—; a “Yo, robot”, de Isaac Asimov —en torno a la humanidad e inhumanidad de las máquinas— o a “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury, respecto al propio valor de la literatura en un mundo desolado y sin anclajes. Todo esto enriquece de alguna manera la sucesión de fascinantes efectos visuales y de alguna que otra secuencia de acción más o menos espectacular. Sin embargo, no logra del todo agilizar ni aclarar la trama central, demasiado arrítmica, a veces poco verosímil en sus giros, algo espesa en sus escapadas oníricas y con cierta tendencia a la reflexión pseudofilosófica difusa, como le sucedía a la reciente “Prometheus”, aunque esta película de Ridley Scott apunta hacia una trascendencia religiosa de la que “Oblivion” carece casi por completo. También cabe criticar un par de artificiosas concesiones sexuales.

De todas formas, el conjunto se sostiene bastante bien por su fascinante factura audiovisual —con la ciudad de Nueva York como fuente iconográfica— y por el elogiable esfuerzo del notable reparto, sobre todo de Tom Cruise —tan entregado como siempre— y de Olga Kurylenko, que añade al filme oxígeno, frescura e intriga desde su primera aparición. Gracias a ellos —y a una cita sobre Horacio del libro “Cantos populares de la Antigua Roma”, del poeta, historiador y político inglés Thomas Macaulay—, adquiere un cierto aliento épico la exaltación final del sacrificio, la familia y la solidaridad, propuestos por la película como cimientos imprescindibles de una renovada humanidad. J. J. M.

FICHA TÉCNICA.- Director: Joseph Kosinski. Intérpretes: Tom Cruise, Olga Kurylenko, Andrea Riseborough, Morgan Freeman, Nikolaj Coster-Waldau, Melissa Leo, Zoe Bell. Guion: Joseph Kosinski y William Monahan; basado en los cómics de Arvid Nelson. EE.UU. 2013. Ciencia-ficción. 126 min. Jóvenes.


Tipos legales (Stand Up Guys) *** (6,5). Val (Al Pacino) ha salido de la cárcel tras cumplir veintiocho años de condena. A la salida de la prisión le espera su amigo y compañero de delitos Doc (Christopher Walken). Este ha recibido un fatídico encargo de un poderoso mafioso: matar a Val antes de veinticuatro horas. Y Val lo sabe. Juntos deciden ir a buscar al tercero de sus amigos de correrías, Hirsch (Alan Arkin), para vivir intensamente las últimas horas de Val.

El actor y documentalista de Chicago Fisher Stevens (“Beso en Manhattan”) afronta su segundo largometraje de ficción a partir del guión del debutante Noah Haidle. Nos ofrece un thriller crepuscular en tono de comedia casi intimista, cuyo principal haber es el recital interpretativo de tres monstruos del oficio como son Al Pacino, Christopher Walken y Alan Arkin. Sin ellos la cinta no pasaría de ser una película de serie B muy predecible. No obstante, la película sabe ahondar en sus personajes, y dentro del desparrame general nos ofrece algunos momentos de intensidad dramática y emotiva. El personaje de Val, ansioso de sexo y drogas, es también el personaje más humano, capaz de entrar en una iglesia a confesarse o de ofrecer su vida para salvar a su amigo. También Doc, el más templado de los tres, es capaz de grandes gestos de amor. Esta ambivalencia de los personajes rescata la cinta de sus dosis de zafiedad y violencia, y le da un puesto mucho más digno entre los títulos de su género. Una especie de “Thelma y Louise” en versión masculina, que habla de la amistad y la familia como los vínculos más importantes de la vida. J. O.

FICHA TÉCNICA.- Director: Fisher Stevens. Intérpretes: Al Pacino, Christopher Walken, Alan Arkin. Guion: Noah Haidle. EE.UU. 2012. Comedia. 95 min. Adultos.





To the Wonder **** (7,5). Tras rozar la perfección con la difícil pero fascinante sinfonía visual “El árbol de la vida”, Terrence Malick (“Malas tierras”, “Días del cielo”, “La delgada línea roja”, “El nuevo mundo”) da continuidad a ese íntimo examen de conciencia autobiográfico en “To the Wonder”, en la que, desde su título, vuelve a indagar en el milagro, en la maravilla que se oculta en toda la creación y, sobre todo, en cada vida humana. Se trata de otro melodrama metafísico, también con fuertes aristas morales, en el que, para bien y para mal, el veterano y esquivo cineasta texano explicita su atractiva y algo atormentada visión de la vida, de planteamientos nítidamente cristianos y, en concreto, católicos.

Esta vez, el alter ego de Malick es Neil (Ben Affleck), un químico estadounidense que vive en París un apasionado romance con Marina (Olga Kurylenko), una bella joven divorciada, madre de la preadolescente Tatiana (Tatiana Chiline). Los tres se instalan en Bartlesville, una pequeña ciudad de Oklahoma, con la esperanza de consolidar su relación. Pero el deseo de Marina de casarse por la Iglesia choca con el obstáculo de sus anteriores nupcias. Además, Tatiana lo pasa mal, y retorna a Francia con su padre. Y también retorna Marina cuando le caduca el visado. Entonces Neil retoma su antigua relación con otra mujer divorciada, Jane (Rachel McAdams), pero no olvida su poderoso amor hacia Marina, que regresa poco después. Testigo de todas esas dramáticas idas y venidas es el Padre Quintana (Javier Bardem), un sacerdote católico que está sufriendo una profunda crisis de fe.

En el Festival de Venecia 2012, “To the Wonder” ganó el Premio SIGNIS de la Asociación Católica Mundial para la Comunicación, pero recibió un sonoro abucheo en la principal proyección para la crítica, que la trató con extremada división de opiniones, algunas de ellas muy crueles. En realidad, son comprensibles esas reacciones, pues el planteamiento de Malick en ella es todavía más radical que en “El árbol de la vida”. En cuanto a su resolución formal, Malick sigue fascinando al espectador con la singular capacidad de su flotante cámara para arrancar poesía de los detalles más prosaicos y para reflejar el alma de los personajes a través de su pura fisicidad, mostrada esta vez de un modo algo más explícito, también en su componente sexual. Malick nunca pierde la elegancia ni la sustancialidad dramática, pero sorprende menos que otras veces, reitera demasiado sus recursos habituales y alarga innecesariamente algunas situaciones. Además, emplea esta vez una estructura más poética que musical, de modo que la banda sonora, aunque excelente —tanto la original de Hanan Townshend, como sus selecciones clásicas y modernas—, apoya y aclara menos la acción que en “El árbol de la vida”.

De todos formas, la puesta en escena de Malick conserva gran parte de su capacidad para hipnotizar al espectador y para conmoverlo al lograr que los actores, casi sin palabras, saquen constantemente a la luz las heridas de sus personajes. De nuevo, Malick subraya la imposibilidad de alcanzar la plenitud humana sin la ayuda divina, pues la frágil naturaleza humana necesita de la gracia para saciar mínimamente sus ansias de infinitud. Así lo constatan Neil y Marina en su atormentada historia de amor, que sólo se acerca al afán de eternidad de ambos cuando ella deja entrar a Dios en su vida a través de los sacramentos de la Confesión y la Eucaristía. Y así lo constata también el sufrido Padre Quintana, que recupera el don de la alegría —y de la visión sobrenatural— a través de la caridad, cuando descubre a Cristo en cada uno de sus feligreses, sobre todo en los más necesitados: “Cristo delante de mí, Cristo detrás de mí, Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda…”, recita Javier Bardem, a media voz y en perfecto castellano —también en la versión original—, durante la secuencia más emocionante de toda la película.

En realidad, parece como si Malick hubiera querido ilustrar fílmicamente en “To the Wonder” las lúcidas reflexiones del novelista y apologista norirlandés C.S. Lewis en su obra maestra “Los cuatro amores”, “el mejor ensayo sobre el amor”, según el prestigioso filósofo y teólogo alemán Josef Pieper. En ese libro, el autor de “Las Crónicas de Narnia” y “Las cartas del diablo a su sobrino” afirma que “los amores humanos merecen el nombre de amor siempre que se parezcan a ese Amor que es Dios”. Y, al hilo de esta precisión, señala que los amores humanos, por su propia esencia, están muy cerca de Dios, “son realmente como Dios”, pero sólo “por semejanza”, no “por aproximación”. Si se confunden estos términos, “podemos dar a nuestros amores humanos la adhesión incondicional que le debemos solamente a Dios. Entonces se convierten en dioses: entonces se convierten en demonios. Entonces ellos nos destruirán y también se destruirán. Porque los amores naturales que llegan a convertirse en dioses no siguen siendo amores. Continúan llamándose así, pero de hecho pueden llegar a ser complicadas formas de odio”. Para Lewis —y para Malick en esta película—, “los amores naturales no son autosuficientes. Algo más debe venir en ayuda del simple sentimiento”. Ese “algo más” aparece inicialmente como una vaga “decencia y sentido común”, pero más adelante se revela en su plenitud “como bondad y, finalmente, como el conjunto de la vida cristiana en una relación determinada”. Es en este punto donde hace su entrada el más excelso de los amores: el Amor a Dios.

Para Lewis, en esa dependencia radical de los amores respecto al Amor, “en este yugo, reside su verdadera libertad; ‘son más altos cuando se inclinan’ (...). Cuando Dios llega (y sólo entonces) los semidioses pueden quedarse. Entregados a ellos mismos desaparecen, o se vuelven demonios”. Esto, sin embargo, no significa que haya que despreciar los amores naturales. Pues si esta idea se admitiese, se podría pensar que el hombre que quiera acceder al Amor está obligado a “permanecer fuera del mundo del amor, de todos los amores”, a no dar su corazón ni a nada ni a nadie, a evitar todo compromiso. Sin duda, el corazón se volvería irrompible, pero también impenetrable e irredimible. Y todo eso no es lo propio del hombre, pues hasta el mismo Hombre-Dios, Jesucristo, prefirió la inseguridad del dolor que acarrean los amores: “El único sitio fuera del Cielo donde se puede estar perfectamente a salvo de todos los peligros y perturbaciones del amor es el Infierno”.

De todo lo anterior deduce Lewis una noción más completa de lo que es un amor natural desordenado. Ese carácter no tiene que ver con la cantidad, pues “resulta imposible amar a un ser humano simplemente demasiado”. El desorden proviene más bien de la falta de proporción entre ese amor natural y el Amor a Dios. “Es la pequeñez de nuestro Amor a Dios, no la magnitud de nuestro amor por el hombre lo que constituye lo desordenado”, afirma Lewis. Desde luego, señala más adelante, “nuestros amores naturales han de entrar a la vida celestial”, pero sólo pueden aspirar a ella “en la medida en que se hayan dejado llevar a la eternidad de la Caridad”, del Amor con mayúsculas. Y el proceso “siempre supondrá una especie de muerte. No hay escapatoria”. La clave del amor humano, por tanto, está en el Amor a Dios. “Aquí —señala Lewis—, y no en nuestros amores naturales, ni siquiera en la ética, radica el verdadero centro de toda la vida humana y angelical. Con esto, todas las cosas son posibles”. De este modo, el ciclo, largo y profundo, sobre el amor humano, que Lewis comenzó con aquel “Dios es amor” de San Juan, llega de nuevo, tras muchos vericuetos y bifurcaciones, al objeto propio del amor humano, a lo que da sentido a todos los amores, al mismo Amor: Dios.

Malick juega de nuevo en esa primera división de Lewis y de otros grandes pensadores y artistas antiguos y modernos, occidentales y universales. Por eso hablan en variados idiomas las emotivas voces en off —en realidad, auténticas oraciones, a veces serenas, a veces angustiadas— que llenan de profundo contenido el elaboradísimo montaje de “To the Wonder”. Y por eso habrá que ver y escuchar varias veces esta película para captar un porcentaje significativo de su riqueza estética, antropológica y teológica. En todo caso, ya lo que un espectador culto absorbe a bote pronto justifica con creces su visionado y la hace digna de su destino, pues Malick se la dedica a su esposa: “A mi mujer —señala en los créditos—, embajadora de Dios”. J. J. M.

FICHA TÉCNICA.- Director y guionista: Terrence Malick. Intérpretes: Ben Affleck, Olga Kurylenko, Rachel McAdams, Javier Bardem, Charles Baker. EE.UU. 2012. Melodrama. 113 min. Jóvenes-adultos.




October Baby *** (7). Los hermanos Jon y Andrew Erwin llevan años dedicados al mundo audiovisual. Empezaron con oficios más técnicos de montaje y fotografía, hasta que en 2002 fundaron su propia productora, con la que hicieron spots publicitarios, vídeos musicales y documentales. Cineastas de identidad cristiana, en “October Baby” recrean muy libremente un episodio real de la vida de la californiana Gianna Jessen. En 1977 ella nació “por accidente”, ya que fue fruto de un aborto “mal” realizado cuando su madre estaba de siete semanas. Ha tenido muchas deficiencias motoras, superadas gracias al esfuerzo y la oración de su madre y hermana adoptivas.

Los hermanos Erwin han cambiado mucho la historia al llevarla al filme, pero han conservado los aspectos nucleares, se han inspirado en las propias declaraciones de Gianna e incluso han incluido una canción suya en la banda sonora. En realidad, los directores y la guionista Theresa Preston entrevistaron a muchas mujeres que habían vivido experiencias relacionadas con el aborto, y de todas ellas sacaron ideas que están incluidas en el filme. Los Erwin sólo sabían que querían hacer una película que se llamara October Baby. El productor Cecil Stokes les dijo: “Si un niño se llama así es porque no tiene nombre”. Pusieron “niño sin nombre” en el buscador, y les salió el caso de Gianna, “superviviente de un aborto”. Impactados por lo que leyeron, se pusieron a trabajar.

La cinta arranca cuando Hanna —interpretada por Rachel Hendrix, que ya había trabajado para los hermanos Erwin— tiene 19 años y se entera de que sus padres son adoptivos. Comienza un recorrido de descubrimiento e investigación de su propia vida, que le van a llevar hasta encontrar a su madre biológica, algo que también sucedió en la vida real de Gianna. En todo ello contará con la ayuda de Jason, su amigo de toda la vida.

A pesar de que la producción y planificación es muy de tvmovie, la película está resuelta con buen oficio, a través de un buen guión y unos excelentes actores, casi todos desconocidos, pero que ya habían trabajado con el equipo de Arwin y Stokes. Lo más interesante es que desarrollan los procesos del perdón y de reelaboración de la propia identidad de una forma muy afinada y correcta. Más que una película sobre el aborto, trata de la necesidad del perdón y de vínculos para poder caminar en la vida. Ciertamente, el tono es muy peliculero, en el sentido hollywoodiense; es casi una película blanca, pero se agradece que por ello pueda llegar a un público mucho más amplio. J. O.

FICHA TÉCNICA.- Directores: Andrew y Jon Erwin. Intérpretes: Rachel Hendrix, Jason Burkey, John Schneider, Jennifer Price, Collenn Trusler. Guion: Andrew Erwin y Theresa Preston, basado en un argumento de Andrew Erwin, Jon Erwin y Cecil Stoker. EE.UU. 2011. Drama. 107 min. Jóvenes.





LOL ** (5,5). La directora Lisa Azuelos, que en 2009 escribió y realizó en Francia la película “LOL (Laughing out loud)”, protagonizada por Sophie Merceau y Christa Theret, dirige su propio remake hollywoodiense, con Demi Moore y Miley Cyrus al frente. Se trata de la enésima radiografía de la familia posmoderna en el marco de una película de instituto. En realidad, es una versión light de “Thirteen”, de Catherine Hardwicke.

Lola (Lol) es la hija mayor de un matrimonio divorciado. Su madre, que sigue acostándose furtivamente con su ex-marido, se está enamorando de un policía latino. Con ellas vive la abuela, una liberal que ya está de vuelta de todo. Lol y sus amigas, en ese contexto de inmadurez crónica, afrontan los problemas de su edad: el primer amor, la presión por perder la virginidad, la confusión afectiva, las relaciones líquidas y los flirteos con la marihuana y el alcohol. Al igual que “Thirteen”, la película se puede ver como una lectura crítica de un modelo familiar nacido en el sesenta y ocho, y que ha dejado a una generación sin referentes adultos.

Curiosamente, esta nueva versión, aunque en casi todo es un calco de la primera, es algo menos relativista, quizá porque el contexto de los valores estadounidenses, en comparación con los franceses, así lo exige. Aunque Lisa Azuelos mantiene el mismo tono fresco y de cierto humor, el personaje de la madre parece un poco más sólido que el que hiciera Sophie Merceau, y lo mismo se puede decir de la hija. En ambas está más clara la urgencia de un amor verdadero, estable, por el que merezca la pena darlo todo. Por otra parte, la relación madre-hija es más intensa y rica que en la original. También en eso, en la búsqueda del abrazo cómplice y protector de la madre, es una copia de la película de Hardwicke.

En este proceso de reciclaje de las estrellas del Disney Channel, al que asistimos estoicamente, Miley Cyrus da la talla, y parece una actriz lo suficientemente madura como para afrontar papeles de entidad dramática en el mundo de la ficción cinematográfica. También la fría Demi Moore parece más cercana y permeable en esta cinta, y el elenco coral de jovencitos es sin duda resultón. Lo peor es el padre de Kyle, con un diseño absolutamente típico y un arco de transformación más previsible aún. ¡Lo hemos visto en tantas películas!

En fin, aunque la opinión pública ha machacado la cinta (un 3,7 tiene de calificación en la IMDB), creo que puede aprobar perfectamente, y como análisis de la posmodernidad es ciertamente interesante. J. O.

FICHA TÉCNICA.- Directora y guionista: Lisa Azuelos. Intérpretes: Miley Cyrus, Demi Moore, Ashley Greene, Thomas Jane, Jay Hernandez, Austin Nichols, Gina Gershon, Michelle Burke, Douglas Booth. EE.UU. 2012. Comedia dramática. 97 min. Jóvenes-adultos.




Alacrán enamorado ** (5,5). Hijo de una mujer alcohólica y un hombre maltratador, el joven Julián (Álex González) descarga su ira liderando un grupo de neonazis violentos y racistas, que son el brazo ejecutor de la siniestra asociación dirigida por el abogado Solís (Javier Bardem). Pero hay nobleza en el alma de Julián, que se esfuerza por hacerse boxeador profesional en el Gimnasio Peyró, dirigido por el comprensivo Pedro (Hovik Keuchkerian), y en el que trabaja como entrenador de boxeo Carlomonte (Carlos Bardem), un tipo quemado y alcoholizado, pero buena gente. Allí, Julián aprende a combatir con reglas, se va vaciando de odio y se enamora de Alyssa (Judith Diakhate), una joven mulata que limpia el gimnasio. Pero Luis (Miguel Ángel Silvestre), su viejo y extremado camarada neonazi, no acepta que Julián abandone “la manada”.

Tras dirigir el intenso drama social “El truco del manco” y los espléndidos documentales “El alma de la roja” y “La puerta de no retorno”, el madrileño Santiago A. Zannou afronta un cine más comercial en “Alacrán enamorado”, adaptación de la novela homónima del actor Carlos Bardem. Esta fábula urbana de superación se resiente de la artificiosa crudeza de algunas escenas —sobre todo, de las sexuales—, del tópico y superficial retrato de la organización fascista, y de la escasa originalidad de muchas de las situaciones planteadas por el guión, ya vistas en otros muchos dramas sociales y de boxeo. Sin embargo, el conjunto goza de un buen ritmo narrativo, una sólida factura visual, una brillante banda sonora —a cargo de Woulfrank Zannou, hermano del director— y unas notables interpretaciones, sobre todo de Carlos Bardem, Miguel Ángel Silvestre y Hovik Keuchkerian. Además, el filme no cae en toscos sectarismos partidistas y apuesta por la esperanza al subrayar el poder redentor del amor, la amistad y el trabajo bien hecho. J. J. M.

FICHA TÉCNICA.- Director: Santiago A. Zannou. Intérpretes: Álex González, Carlos Bardem, Miguel Ángel Silvestre, Judith Diakhate, Javier Bardem, Hovik Keuchkerian. Guion: Santiago A. Zannou y Carlos Bardem; basado en la novela de Carlos Bardem. España. 2013. Drama. 100 min. Adultos.





4 días de mayo (4 Tage im Mai). El mundo contiene la respiración. Faltan cuatro días para el final de la Segunda Guerra Mundial en Alemania. Un capitán soviético (Aleksey Guskov) y su patrulla han ocupado un orfanato junto al mar, una unidad del ejército alemán está acampada en la playa, y un romance secreto florece contra viento y marea. Todo el mundo está cansado de luchar, a excepción de Peter (Pavel Wenzel), un huérfano de 13 años, que quiere demostrar que es un héroe e intenta, con toda su astucia y poder, instigar disputas entre las tropas opuestas. Hasta que entabla amistad con el capitán, y aprende que el verdadero oponente se esconde en otra parte. Esta vez, ya no hay límites entre amigos y enemigos, esta vez sólo hay fronteras entre el bien y el mal.

Esta es la sinopsis oficial de este drama de época, cuya distribuidora no ha mostrado a la prensa de Madrid. Se trata del nuevo largometraje del cineasta alemán Achim von Borries (“England!”). Destaca en su reparto el veterano actor ruso Aleksey Guskov, al que disfrutamos en “El concierto”. Por el tráiler, la película parece interesante; pero los usuarios de www.imdb.com sólo le dan una nota media de 5,7 sobre 10. Habrá que verla. J. J. M.

FICHA TÉCNICA.- Director y guionista: Achim von Borries. Intérpretes: Pavel Wenzel, Aleksey Guskov, Ivan Shvedoff, Andrey Merzlikin, Sergey Legostaev, Maksim Kowalewski, Grigoriy Dobrygin, Angelina Häntsch. Argumento: Eduard Reznik. Alemania, Ucrania, Rusia. 2011. Drama bélico. 97 min.




Radio en directo COPE
  • item no encontrado

En directo