Javier pisó durante años una villa romana sin saberlo: así descubrió el sorprendente hallazgo en su propiedad
Durante años, Javier Cortes trabajó su finca en Palencia sin imaginar que bajo sus pies se escondía una de las villas romanas mejor conservadas de España, descubierta por pura casualidad

Villa romana La Olmeda
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En pleno verano de 1968, mientras dirigía unos trabajos agrícolas en su finca de Pedrosa de la Vega, Javier Cortes se topó por casualidad con unos restos que cambiarían para siempre la historia arqueológica de Palencia. Lo que comenzó como un día más de trabajo en el campo se transformó en el inicio de una aventura que acabaría sacando a la luz una de las villas romanas mejor conservadas de la Hispania bajoimperial: La Olmeda.
Cortes y su amigo Avelino Palacios decidieron investigar por su cuenta el lugar donde el arado se había atascado y, tras excavar unos centímetros, descubrieron un muro de piedra y, poco después, un pavimento de mosaico. Consciente de la magnitud del hallazgo, Javier Cortes solicitó permiso al Ministerio de Cultura para iniciar una excavación privada, comprometiéndose a sufragar los gastos y a poner los hallazgos a disposición de la comunidad científica.

Durante los siguientes doce años, el trabajo fue constante: mosaicos, muros, estancias y estructuras se sucedían sin cesar. El hallazgo revelaba una villa rural de época bajoimperial, con una organización arquitectónica compleja y una calidad artística excepcional, especialmente visible en los extensos mosaicos que pavimentaban sus suelos.
Un proyecto privado convertido en legado público
Con el paso del tiempo, la magnitud del yacimiento superó las posibilidades económicas del propio Cortes. En 1980, donó La Olmeda a la Diputación Provincial de Palencia, que desde entonces se ha encargado de su gestión, conservación y divulgación. Bajo la dirección de José Antonio Abásolo a partir de 1988, también catedrático de Arqueología, el proyecto vivió una nueva etapa de expansión y apertura al público.
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La Diputación construyó una cubierta protectora y habilitó una pasarela para facilitar las visitas. En 2004 se abrieron al público las termas, y en 2009 se inauguró un moderno edificio diseñado por los arquitectos Paredes y Pedrosa, que permite disfrutar del conjunto monumental en todo su esplendor. En 2010, el proyecto fue galardonado con el premio Europa Nostra, reconociendo así su valor patrimonial y el esfuerzo de conservación realizado.
La villa, cuya vida se extiende desde finales del siglo I hasta su abandono en el siglo VI, muestra dos fases claramente diferenciadas: una primera construcción que perduró hasta el siglo III, y una reedificación posterior durante el siglo IV, en el contexto de recuperación impulsado por los emperadores Constantino I y Teodosio I. Esta segunda etapa fue el momento de mayor esplendor del enclave.
Un legado artístico y cultural sin igual
Uno de los grandes atractivos de La Olmeda son sus impresionantes mosaicos, entre los que destaca el situado en el oecus o sala principal. Este presenta una escena de caza, la leyenda del descubrimiento de Aquiles por Ulises, y una cenefa decorada con medallones que representan estaciones del año y retratos familiares. Este nivel artístico es indicativo del alto estatus social del dominus, un aristócrata rural con formación clásica y cultura literaria, resistente a la cristianización, aunque sí se ha hallado una inscripción cristiana dedicada a Marciana.

Villa romana La Olmeda
La villa también incluye una gran zona termal, conectada a la residencia a través de un corredor, con salas de frío, templado y calor (frigidarium, tepidarium y caldarium), así como tres necrópolis que han aportado más de 700 tumbas con valiosos ajuares funerarios. La parte urbana del complejo ha sido excavada, pero la zona rústica, donde vivían los trabajadores, aún no ha sido localizada y pudo estar construida con materiales más perecederos.
Hoy, el Museo de La Olmeda y su sede complementaria en la iglesia de San Pedro de Saldaña custodian y explican los hallazgos. Gracias a la visión de Javier Cortes, y al esfuerzo colectivo posterior, el visitante puede recorrer esta joya arqueológica de Castilla y León, símbolo del esplendor rural romano en Hispania y ejemplo modélico de conservación patrimonial.