Santoral

San Leonardo de Porto Maurizio

Revitalizador de la Orden Franciscana, su lenguaje directo y espiritual, hace que llegue al corazón de todos los hombres, moviéndoles a la reflexión y al arrepentimiento

Muchos hombres podrían recitar ese Salmo que dice “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Hoy es San Leonardo de Porto Mauricio que sintió la mano amorosa de Dios ante la dificultad de la enfermedad. Nace en la Riviera de Porto Mauricio, el 20 de diciembre de 1676. Sus estudios los realiza en Roma, frecuentando allí también, el oratorio de San Felipe Neri, donde tendrá una buena formación espiritual. Dada esa base profunda surge su acercamiento al Dios de los pobres de espíritu.

A finales del siglo XVII, toma el hábito franciscano y en los comienzos del XVIII se ordena sacerdote. Es entonces cuando se fijan en él para enseñar Filosofía, encargo que no llegará a desempeñar por culpa de una enfermedad pulmonar. No hay duda que el hombre propone y Dios dispone, y además el Señor le tenía marcado para otra misión no menos importante. Una vez curado -favor que atribuye a la Virgen- participa en la reforma de la Orden Franciscana.

Para conseguir esta renovación, así como una vida espiritual profunda, se apoya en Cristo con un amor especial a la Eucaristía y la práctica frecuente de la penitencia. Dios le concede un carisma especial: Las misiones populares. Esta iniciativa se apoya en la cercanía a los hombres para enseñarles la Doctrina del Evangelio, mediante pequeñas catequesis.

Su lenguaje directo y espiritual, hace que llegue al corazón de todos los hombres, moviéndoles a la reflexión y al arrepentimiento. Este es objetivo marcado en las misiones que también se impartieron en España a lo largo del siglo XX por los pueblos y parroquias pequeñas. Tras una vida dedicada a promover estas misiones populares, muere en Roma en 1751, descansando sus reliquias en el Convento de San Buenaventura.

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