El Papa León XIV celebra su primera audiencia jubilar y hace un llamamiento por la paz a los líderes mundiales: "Que callen las armas"

En el aula Pablo VI, el pontífice recibe en audiencia a los participantes del Jubileo de las Iglesias Orientales, quienes han conocido "de primera mano los horrores de la guerra"

El Papa León XIV en el aula Pablo VI pronuncia su discurso por el Jubileo de las Iglesias Orientales
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Eva Fernández

El Papa León XIV en el aula Pablo VI pronuncia su discurso por el Jubileo de las Iglesias Orientales

Redacción Religión

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El papa León XIV instó este miércoles a los líderes del mundo a que se sienten a negociar para que "callen las armas" y afirmó que "la Santa Sede está disponible para que los enemigos se encuentren y se miren a los ojos", en su discurso a los representantes de las Iglesias orientales su Jubileo. "El pueblo quiere la paz y yo, con el corazón en la mano, les digo a los líderes del pueblo: ¡reunámonos, hablemos, negociemos! La guerra nunca es inevitable, las armas pueden y deben callar, porque no resuelven los problemas, sino que los aumentan", dijo el papa estadounidense. 

un llamamiento a la paz la víspera de la reunión entre rusia y ucrania 

El llamamiento llega a la víspera de la reunión que mantendrán en Turquía representantes de Rusia e Ucrania, sin que el presidente ruso, Vladimir Putin, haya aclarado todavía si viajará para reunirse con su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, quien sí ha mostrado su disposición a mantener un cara a cara con él. El papa Robert Prevost destacó en el aula Pablo VI ante las miles de personas llegadas para este Jubileo de países como Siria, Ucrania, Líbano o Irak, que las Iglesias orientales conocen "de primera mano los horrores de la guerra, hasta el punto de que el papa Francisco ha llamado a vuestras Iglesias mártires"

"Por esta paz, que es reconciliación, perdón, la valentía de pasar página y empezar de nuevo".

Papa León XIV, en el aula Pablo VI, Vaticano, en su primera audiencia jubilar 

"Es cierto: desde Tierra Santa hasta Ucrania, desde Líbano hasta Siria, desde Oriente Medio hasta Tigray y el Cáucaso, ¡cuánta violencia! Y por encima de todo este horror, por encima de las masacres de tantas vidas jóvenes, que deberían provocar indignación, porque en nombre de la conquista militar muere gente", recordó León XIV, que recibió los aplausos de los asistentes. Pidió entonces rezar "por esta paz, que es reconciliación, perdón, la valentía de pasar página y empezar de nuevo".

 "Para que esta paz se extienda, haré todo lo posible", dijo, antes de agregar que "la Santa Sede está disponible para que los enemigos se encuentren y se miren a los ojos, para que se devuelva a las personas la esperanza y la dignidad que merecen, la dignidad de la paz". Subrayó que "quien siembra la paz pasará a la historia, no quien cosecha víctimas; porque los demás no son enemigos sino seres humanos: no personas malas a las que odiar, sino personas con las que dialogar" e instó a huir "de las visiones maniqueas típicas de las narrativas violentas, que dividen el mundo entre buenos y malos". "La Iglesia no se cansará de repetir: que callen las armas", aseguró. León XIV también rezó por los cristianos, orientales y latinos, que especialmente en Oriente Medio, "perseveran y resisten en sus tierras, más fuertes que la tentación de abandonarlas". Y realizó un nuevo llamamiento para que a los cristianos "se les debe dar la oportunidad, no solo de palabra, de permanecer en sus tierras con todos los derechos necesarios para una existencia segura".

EL TEXTO COMPLETO DEL PAPA LEÓN XIV QUE HA DIRIGIDO EN EL AULA PABLO vi por el jubileo de las iglesias orientales 

"Bienaventuranzas, Eminencia, Excelencias, queridos sacerdotes, consagrados y consagradas, hermanos y hermanas, Cristo ha resucitado. 

¡Él verdaderamente ha resucitado! Os saludo con las palabras que, en muchas regiones, el Oriente cristiano no se cansa de repetir en este tiempo pascual, confesando el núcleo central de la fe y de la esperanza. Y es bello encontraros aquí precisamente con ocasión del Jubileo de la esperanza, cuyo fundamento indestructible es la resurrección de Jesús. ¡Bienvenido a Roma! Me alegro de encontraros y de dedicar uno de los primeros encuentros de mi pontificado a los fieles orientales.

 Pienso en la variedad de vuestros orígenes, en vuestra gloriosa historia y en los amargos sufrimientos que han padecido o padecen muchas de vuestras comunidades. Y quisiera reiterar lo que dijo el Papa Francisco sobre las Iglesias orientales: «Son Iglesias que hay que amar: conservan tradiciones espirituales y de sabiduría únicas, y tienen mucho que decirnos sobre la vida cristiana, la sinodalidad y la liturgia; Pensemos en los antiguos Padres, en los Concilios, en el monaquismo: tesoros inestimables para la Iglesia» (Discurso a los participantes en la Asamblea de la ROACO, 27 de junio de 2024)".

"Quisiera también recordar al Papa León XIII, que fue el primero en dedicar un documento específico a la dignidad de vuestras Iglesias, dada sobre todo por el hecho de que «la obra de la redención humana comenzó en Oriente» (cf. Carta apostólica Orientalium dignitas, 30 de noviembre de 1894). Sí, vosotros tenéis «un papel único y privilegiado, como contexto originario de la Iglesia naciente» (SAN JUAN PABLO II, Carta Apostólica Orientale lumen, 5). Es significativo que en algunas de vuestras liturgias –que celebráis solemnemente estos días en Roma según las diversas tradiciones– se utilice todavía el lenguaje del Señor Jesús.

Pero el Papa León XIII hizo un ferviente llamamiento para que “la legítima variedad de la liturgia y de la disciplina oriental […] redunde en […] gran decoro y utilidad para la Iglesia” (Carta Apostólica Orientalium dignitas). Su preocupación en ese momento es muy actual, porque en nuestros días muchos hermanos y hermanas orientales, incluidos muchos de ustedes, obligados a huir de sus patrias a causa de la guerra y la persecución, la inestabilidad y la pobreza, corren el riesgo, al llegar a Occidente, de perder no sólo su patria sino también su identidad religiosa. 

Y así, a medida que pasan las generaciones, se pierde la inestimable herencia de las Iglesias orientales. Hace más de un siglo, León XIII señaló que «la conservación de los ritos orientales es más importante de lo que se cree» y, para ello, incluso prescribió que «cualquier misionero latino, del clero secular o regular, que por consejo o ayuda atraiga a algún oriental al rito latino» debería ser «despedido y excluido de su cargo» (ibid.). Acogemos con satisfacción el llamamiento a proteger y promover el Oriente cristiano, especialmente en la diáspora;

Una abarrotada aula de Pablo VI recibe al nuevo pontífice en la celebración de su primera iglesia jubilar

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 Aquí, además de erigir, donde sea posible y apropiado, distritos electorales orientales, es necesario sensibilizar a los latinos. En este sentido, pido al Dicasterio para las Iglesias Orientales, al que agradezco su trabajo, que me ayude a definir principios, normas y directrices a través de las cuales los Pastores latinos puedan apoyar concretamente a los católicos orientales de la diáspora para preservar sus tradiciones vivas y enriquecer con su especificidad el contexto en el que viven. La Iglesia te necesita. ¡Qué grande es la aportación que el Oriente cristiano puede darnos hoy! ¡Cuánta necesidad tenemos de recuperar el sentido del misterio, tan vivo en vuestras liturgias, que involucran a la persona humana en su totalidad, cantan la belleza de la salvación e inspiran asombro ante la grandeza divina que abraza la pequeñez humana!

 ¡Y qué importante es redescubrir, también en el Occidente cristiano, el sentido del primado de Dios, el valor de la mistagogia, de la intercesión incesante, de la penitencia, del ayuno, del llanto por los propios pecados y por los de toda la humanidad (penthos), tan típicos de las espiritualidades orientales! Por eso es fundamental preservar las tradiciones sin diluirlas, quizás por practicidad y comodidad, para que no se corrompan por un espíritu consumista y utilitarista. Vuestras espiritualidades, antiguas y siempre nuevas, son medicinales. En ellos el sentido dramático de la miseria humana se funde con el asombro de la misericordia divina, de modo que nuestra bajeza no provoca desesperación, sino que nos invita a acoger la gracia de ser criaturas curadas, divinizadas y elevadas a las alturas celestiales. Necesitamos alabar y agradecer al Señor infinitamente por esto. Contigo podemos rezar las palabras de san Efrén el Sirio y decirle a Jesús: «Gloria a ti que has hecho de tu cruz un puente sobre la muerte. […] Gloria a ti que te has revestido del cuerpo del hombre mortal y lo has transformado en fuente de vida para todos los mortales» (Discurso sobre el Señor, 9). Es un don que pedir, poder ver la certeza de la Pascua en cada lucha de la vida y no desfallecer, recordando, como escribe

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