Rosa se impuso a la cultura de la muerte y adoptó a un niño con Síndrome de Down: "Me ha cambiado la vida"
Rosa Guajardo es madre de Juan. En 'Ecclesia es Domingo' explica que "fue un niño al que estuvieron a punto de abortar", su bebe nada más despertarse sonríe, y para Rosa es como decir "gracias a la vida”

Madrid - Publicado el - Actualizado
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Más del 83 por ciento de los niños con Síndrome de Down no llegan a nacer, son abortados en el vientre de su madre. Luego, hay personas, con una sensibilidad y una fe tan grande, que son capaces de alejar todos sus miedos y adoptar a un niño síndrome de Down. Y esa es la historia de Rosa y de su hijo Juan.
“NO VÍ DIFERENCIA ENTRE UNOS HERMANOS Y OTROS”
Rosa Guajardo es la séptima hija de 10 hermanos. Tuvo una infancia absolutamente normal, incluso, cuando nació su hermana Pilar, la más pequeña. Nació con Síndrome de Down “en casa se vivió con naturalidad, no vi diferencia entre unos hermanos y otros”, nos cuenta en Ecclesia es Domingo. “Con Pilar vives de otra manera, tiene una gran sensibilidad, te ayuda a relativizar los problemas”.

Nunca existió paternalismo hacia Pilar por el mero hecho de tener Síndrome de Down “se le mimaba más pero porque era la pequeña, pero siempre hemos intentado que ella se desarrollara como el resto de los hermanos”. Rosa explica que en su casa se ha vivido con Pilar con toda naturalidad, desde pequeña, sus padres la enseñaron que todas las personas tienen sus éxitos y sus limitaciones.
UN PROCESO DE FE Y DE LA MANO DE DIOS
Rosa y su marido Víctor son padres de un niño con Síndrome de Down. Juan es adoptado. Y es adoptado con Síndrome de Down de forma absolutamente conscientes.
Rosa nos cuenta que, por supuesto, fue una decisión conjunta con su marido, un plan oculto de Dios que se fue relevando poco a poco. “Cuando hicimos el curso de novios hubo un testimonio que nos planteo la duda de que haríamos si en nuestro matrimonio tuviéramos que adoptar”, nos cuenta Rosa que ahí se quedó la cosa.

Una vez casados, viviendo su matrimonio, esa pregunta “¿que haríamos?”, seguía saliendo, lo seguían hablando; y empezaron a ver señales: “me llegan testimonios que me emocionaban, se los enseñaba a Víctor y el también se emocionaba, y pensaba que ahí había algo que nos llamaba la atención”.
Cuando comenzamos el proceso de adopción, nos llegaron más señales de que íbamos por el buen camino: “el sobre que confirmaba que eramos idóneos para la adopción nos llegó el día del aniversario de bodas”.
JUAN, EL NIÑO DE LAS MIL SONRISAS
Rosa y Víctor tenían claro que iban a meterse en el proceso de adopción de necesidades especiales, “fue poco a poco como nos fuimos dando cuenta que nuestro perfil encajaba más con el Síndrome de Down, al final era algo más conocido y que nos daba más confianza”.

Rosa lo dice muy claramente, a ella, Juan le ha cambiado la vida, para bien, “Juan tiene mucho trabajo, porque tiene una cardiopatía y hemos tenido que cuidarle, de hecho yo me he retirado un poco del trabajo para dedicarme a el”, pero señala que merece la pena, “ahora es mi función y lo que tengo que hacer. Nos aporta alegría, mil millones de sonrisas. Desde que llego a nuestra vida, es mas feliz, mas trabajosa pero feliz”.
Lo define como un amor desbordante: “mi hermano siempre dice que hacemos trampas porque sale Juan sonriendo en las fotos, pero yo se lo digo, es que sonríe siempre”, nos cuenta que pocas veces le ha visto llorar “solo cuando estaba malo, o cuando le quitábamos las pegatinas de las sondas. Juan nada más despertarse sonríe, es como decir, gracias a la vida”, Rosa nos explica que fue un niño al que estuvieron a punto de abortar.
LA FE ES UNA VENTAJA
Si Rosa tuviera delante una pareja con dudas sobre abortar o no a un niño con Síndrome de Down, tiene muy claro que les diría que es normal tener miedo, miedo a lo desconocido, miedo al sobre esfuerzo: “si ya es complicado ser padre, esto más”. Pero a esos padres le diría también que cada hijo viene con cosas distintas, “cuando son bebes no conocemos como será en el futuro, ni que alegrías o penas no va a deparar”. Puede parecer que un niño con síndrome de Down es difícil de primeras, pero la alegría que te da es multiplicada y prevalece sobre las dificultades.

“Yo creo que a la sociedad, las personas con Síndrome de Down les generan simpatía”, Rosa nos cuenta que en general la gente en la calle se acerca a su hijo Juan con una sonrisa. Ella cree que hay otras discapacidades que generan más rechazo, como por ejemplo una parálisis cerebral “pero luego hablas con los padres que vienen a consulta, están contentos con su hijo”.
Para Rosa la fe juega un papel fundamental en su vida “es una ventaja para vivir esto, en mi caso, tener a Dios presente me ha ayudado a tomar todas las decisiones. Me ha dado certeza, y me ha ayudado a estar más atenta a las señales”. Según Rosa, el que no tiene fe tiene que ayudarse de otras cosas “aunque conozco casos, en el curso de adopción había una pareja que no tenían fe pero que decían que iban a por todo, adoptamos lo que venga”.
UN ABORTO POR DESCONOCIMIENTO Y FALTA DE INFORMACIÓN
Rosa es medico de adultos con patologías. Su trabajo consiste en centralizar. Por ejemplo, una persona con Síndrome de Down va al oftalmologo, u otros médicos, y Rosa se encarga de hacer un seguimiento de todo en conjunto. También se preocupa que tenga una buena red social y que sean personas con ocio, y otros temas personales.
Lo tiene claro, el Síndrome de Down no es una enfermedad, “es una característica, que se da por una alteración cromosomica, en la división celular en vez de tener 22 par de cromosomas tienes 23”. Esto no convierte a las personas con síndrome de Down en personas enfermas.

Ante las terribles cifras de más del 83 por ciento de niños que viene con Síndrome de Down son abortados, Rosa, madre de Juan, cree que esto sucede por puro desconocimiento. En primer lugar, la mayoría de la gente no tiene realmente a nadie cercano con síndrome de Down, por lo que no pueden empaparse y tener un conocimiento real.
En segundo lugar, cree que vivimos en una sociedad del bienestar mal entendido, donde hay un verdadero rechazo hacía el sacrificio grande: “con un hijo con Síndrome de Down hay que renunciar a muchas cosas, y la gente no esta dispuesta”.
Y en último lugar, cree que hay una falta de información enorme. Tanto de pacientes como de médicos, no se ofrece información más allá de aborto, no se explica a los padres que hay ayudas y centros. Para Rosa sería fundamental que en los hospitales existieran espacios para que los padres pudieran pensar y tener contacto con gente como ella, que les contara la realidad de tener y vivir con un hijo con Síndrome de Down.