Diego Garrocho: "Al igual que Aquiles, Restán escuchó su llamada, y Troya tenía la forma del periodismo"

El profesor de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid compara al presidente de ÁBSIDE Media con el héroe de Troya en su compromiso con el periodismo y los valores cristianos

Diego Garrocho, durante los desayunos del Foro de la Nueva Comunicación

Diego Garrocho, durante los desayunos del Foro de la Nueva Comunicación

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

Durante los desayunos del Foro de la Nueva Comunicación, el profesor de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid, Diego Garrocho, ha presentado a José Luis Restán, presidente de ÁBSIDE Media, con una analogía mitológica: como Aquiles, Restán eligió el desafío de una vida significativa frente a la comodidad. "Podría haber construido puentes como ingeniero, pero escuchó su llamada: Troya, en su caso, tenía la forma del periodismo", destacó Garrocho.

Restán, nacido en Madrid en 1958, es una figura clave en el ámbito de la información religiosa. Tras ingresar en la COPE en 1990, ha desempeñado roles como redactor, director de programas como El Espejo y La Linterna de la Iglesia, y director editorial. "Es uno de los mejores periodistas especializados en información eclesiástica, no solo en España, sino en Europa y, por ende, en el mundo", afirmó Garrocho.

Diego Garrocho, durante los desayunos del Foro de la Nueva Comunicación

Diego Garrocho, durante los desayunos del Foro de la Nueva Comunicación

 Luz en la oscuridad: la misión de ÁBSIDE Media  

Garrocho ha criticado el tópico de idealizar el periodismo anglosajón, como el lema del Washington Post 'Democracy dies in darkness', y matiza: "No es solo la democracia la que muere en la oscuridad: es el mundo entero. Por eso hay medios llamados a ser luz". En este contexto, enmarca la labor de ÁBSIDE Media, un grupo con una "misión doble": empresarial y cristiana. "Sin renunciar a la rentabilidad ni a la excelencia, pero sin sacrificar su compromiso con valores claros", subraya.

El filósofo alude a la 'coincidentia oppositorum' del pensador Nicolás de Cusa para describir la capacidad de Restán de armonizar contrarios: rigor periodístico y fe, independencia y convicciones profundas. "Su mejor virtud es fijar posición varias veces al día sobre los temas de nuestro tiempo. Y eso es enormemente arriesgado", señala.

 Un relojero de la verdad  

Garrocho compara a Restán con un "relojero" que ajusta con precisión la brújula editorial: "A veces mueve agujas grandes; otras, afina engranajes pequeños". Su secreto, según el profesor, radica en sus convicciones: "La mejor garantía de su independencia son sus principios".

Además de su perfil profesional, se destacó su dimensión humana. "Todos coinciden en su carácter familiar: en su despacho o en WhatsApp, siempre aparecen sus nietos", dijo Garrocho. Padre de tres hijos y abuelo de seis, Restán es "un hombre de familia" que, pese a su lucidez ante "el dolor del mundo", mantiene una esperanza activa: "Sabe que está en nuestras manos combatirlo".

Diego Garrocho abraza a José Luis Restán durante los desayunos del Foro de la Nueva Comunicación

Diego Garrocho abraza a José Luis Restán durante los desayunos del Foro de la Nueva Comunicación

 El puente que nunca dejó de construir  

Garrocho cerró la presentación con una reflexión: "Me di cuenta de que Restán no renunció a su vocación inicial de construir puentes. Eso es lo que hace cada día en ÁBSIDE Media: comunicar es tender puentes, sin renunciar a su propia orilla".

Una vida dedicada a un periodismo que, en palabras del presentador, "mantiene una relación íntima con la verdad". Y, como Aquiles, José Luis Restán ha elegido que su nombre perdure no en la comodidad, sino en la batalla por las ideas.

Lee aquí la intervención completa:

Queridos colegas, queridas amigas y amigos:

Cuenta la leyenda que Aquiles tuvo ante sí un dilema. El hijo de Tetis y Peleo podía optar por una vida larga y confortable, aunque no especialmente significativa. Pero había otra opción: abandonar esa existencia plácida y acudir a Troya para cumplir su destino. Si lo hacía, moriría joven, pero se convertiría en un héroe inmortal y su nombre no sería olvidado jamás. A día de hoy, seguimos hablando de Aquiles. Así que ya pueden imaginar cuál fue la opción que escogió.

Salvando las enormes distancias, hay algo en José Luis Restán que me recuerda a la elección de Aquiles. Restán nació en Madrid en 1958 y, originalmente, se formó como ingeniero de caminos. Estaba llamado a hacer cosas tan serias como construir puentes, y bien podría haber llevado una vida más tranquila. Pero, al igual que el héroe, Restán escuchó su llamada: Troya, en su caso, tenía la forma del periodismo. Una profesión que, cuando se ejerce con nobleza, mantiene una relación íntima y profunda con la verdad.

Hoy es presidente de Ábside Media, pero su trayectoria, como la de tantos héroes, ha sido completa. Comenzó donde se aprende de verdad: con las botas en el barro, para después ir asumiendo responsabilidades mayores. Ingresó en COPE en 1990, donde ha sido redactor de informativos, director y presentador de El Espejo y La Linterna de la Iglesia, adjunto al presidente y director editorial. Según quienes lo conocen bien, es uno de los mejores periodistas especializados en información eclesiástica, no solo en España, sino también en Europa y, por ende, en el mundo.

Restán puso en marcha en España 30 Giorni y Páginas para el mes, y sus ideas pueden leerse en Alfa y Omega o en el diario ABC.

Hay un gesto típico en el periodismo español: apelar al periodismo estadounidense como fuente de autoridad. Les confieso que me parece algo paleto. Uno de esos lugares comunes es citar el lema del Washington Post: Democracy dies in darkness, es decir, “la democracia muere en la oscuridad”. Pero creo que esa consigna es incompleta. No es solo la democracia la que muere en la oscuridad: es el mundo entero el que perece en las sombras. Y por eso tiene sentido que haya personas y medios llamados a ser luz del mundo.

Presidir Ábside Media no debe de ser tarea fácil. Es un grupo de comunicación de naturaleza singular, con una misión muy concreta: podríamos decir que de doble naturaleza. Una misión plenamente empresarial y, a la vez, plenamente cristiana: sin renunciar a la rentabilidad ni a la excelencia, pero sin sacrificar en nada su compromiso con una inspiración y unos valores muy claros. Unos valores que cobran especial importancia en una encrucijada tan crítica como la que vive hoy nuestro país, Europa y —me atrevería a decir— el mundo entero.

Hay algo casi sobrenatural en hacer compatibles los contrarios. No en vano, el filósofo Nicolás de Cusa hablaba, al referirse a la relación entre Dios y el mundo, de la coincidentia oppositorum.

Siguiendo una máxima periodística, he acudido a diversas fuentes para que me hablen de José Luis Restán. Algunos destacan su rigor extraordinario como periodista. Otros subrayan su carácter apasionado o su fidelidad a los principios. Y no han faltado quienes mencionan su humor, una virtud que, por cierto, también ha elogiado el Papa Francisco. Todos, sin excepción, han coincidido en señalar su carácter profundamente familiar. Quienes lo tratamos lo sabemos: en su despacho, o en su estado de WhatsApp, siempre aparecen sus nietos. Restán, padre de tres y abuelo de seis, es, sobre todo, un hombre de familia.

José Luis Restán tiene una formación y una experiencia admirables, pero hay algo más en su condición humana que explica su perfil profesional. En las escuelas de negocios se estudian formas de gobernanza, estructuras institucionales y protocolos de decisión. Pero todos sabemos que un gobierno, una empresa o un equipo terminan dependiendo del factor humano. De nada sirve tener los mejores objetivos ni la mejor estructura si fallan las personas. José Luis es uno de esos pilares humanos, un puntal seguro donde las instituciones pueden descansar y respirar.

La labor de José Luis Restán es compleja. Cada vez que escuchan la línea editorial de COPE, distinguirán su voz, pero también su criterio. Esa, según mi experiencia, es su mejor virtud: fijar posición varias veces al día sobre los temas de nuestro tiempo. Y eso, créanme, es enormemente arriesgado. Es cierto que Ábside se apoya en un patrimonio moral y espiritual de más de 2.000 años, pero adaptar una verdad eterna a los asuntos del presente no es sencillo. Restán lo hace, y lo hace con una precisión admirable.

Yo lo imagino como un relojero, que preserva una maquinaria sometida a tensiones, campos magnéticos y hasta accidentes atmosféricos. Opinar con justicia y exactitud se parece mucho a ajustar un mecanismo complejo. A veces, Restán tiene que mover agujas grandes y visibles; otras, debe afinar el engranaje más pequeño y discreto. Pero para ajustar ese reloj —o si se prefiere, esa brújula editorial— con tal pertinencia, se requieren cualidades muy específicas. En su caso, creo que la mejor garantía de su independencia son sus convicciones profundas.

Podría seguir enumerando virtudes, pero entonces parecería un adulador, y esta presentación correría el riesgo de volverse aburrida. En lugar de seguir hablando bien de José Luis Restán, me conformo con subrayar una virtud escasa, incluso insólita: nunca le he oído hablar mal de nadie. Y eso me parece envidiable.

Creo, además, que es un hombre esperanzado. Lo suficientemente lúcido para acoger el dolor del mundo, pero también lo suficientemente esperanzado para saber que está en nuestras manos combatirlo.

Y permítanme corregirme: al preparar estas palabras, me di cuenta de que no era del todo cierto aquello de que Restán había renunciado a su vocación inicial de construir puentes. Creo que eso es precisamente lo que hace cada día como presidente de Ábside Media. Porque en el fondo, eso es la comunicación: tender puentes. Y lo hace, además, sin tener que renunciar nunca a su propia orilla.