Cardenal Semeraro, en la beatificación de Madrid: «La vida del Crucificado resucitado está en el cristiano»

El prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos eleva a los altares a doce Redentoristas víctimas de la persecución religiosa en España

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El prefecto del Dicasterio de las Causas de los Santos, cardenal Marcello Semeraro, ha beatificado en la mañana de este sábado 22 de octubre a doce miembros de la Congregación del Santísimo Redentor (CSsR) martirizados en España en 1936. Todos ellos, ha dicho el purpurado, se vieron «atribulados, pero no aplastados; apurados, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; privados, pero no aniquilados», y llevaron «siempre» a todas partes el Cuerpo de Jesús y su vida.

La ceremonia ha tenido por marco la catedral de La Almudena y ha sido concelebrada por el cardenal Carlos Osoro y sus obispos auxiliares José Cobo y Juan Antonio Martínez Camino; el arzobispo emérito, cardenal Rouco; el arzobispo de Pamplona y Tudela y administrador apostólico de San Sebastián, Francisco Pérez González; el obispo emérito de Chachapoyas (Perú), José Ignacio Alemany, CSsR; y el superior general de la Congregación del Santísimo Redentor, Rogério Gomes, entre otros.



Monseñor Semeraro ha dicho en su homilía que el siervo de Dios Vicente Renuncio y sus 11 compañeros mártires al final «ganaron el combate», y ha recordado que uno de ellos solía repetir: «Si me cogen diré claramente que soy sacerdote (…), y si me matan por ello, qué gran obra». «La vida del Crucificado resucitado está en el cristiano», ha añadido.

En la ceremonia, el postulador de la Causa, Antonio Marrazzo, ha leído una breve semblanza de la vida y martirio de los nuevos beatos, momentos antes del descubrimiento de su imagen y del traslado de las reliquias al presbiterio.

El cardenal Osoro ha señalado que los doce siervos de Dios «no dudaron en aceptar la muerte antes que renunciar a su fe y a su condición se consagrados». Al final de la Eucaristía, el superior provincial de España, Francisco Javier Caballero CSsR, ha dado las gracias en nombre de la Congregación. «Estos doce nuevos beatos —ha dicho— son la expresión clara del compromiso misionero con la reconciliación, con el encuentro» de los hijos de san Alfonso María de Liborio.


Los nuevos beatos

La causa fue iniciada en su fase diocesana en septiembre de 2006. En Roma, la Congregación para las Casas de los Santos comenzó a trabajar en ella en 2010, culminando el proceso con la autorización del decreto de martirio el 24 de abril de 2021. Aunque los siervos de Dios fueron martirizados en 1936 en Madrid, procedían de distintos puntos de España: Pamplona, Vitoria, Burgos, Valladolid y Astorga. Estos son los nuevos beatos, cuya memoria litúrgica se celebrará el 6 de noviembre:

—Padre Vicente Renuncio Toribio. Nació en Villayuda (Burgos) el 11 de septiembre de 1876. Ingresó en la congregación y emitió los votos el 8 de septiembre de 1895. Ordenado sacerdote el 23 de marzo de 1901, se dedicó a la actividad misionera, la formación y la docencia en el seminario menor. Detenido el 17 de septiembre de 1936, permaneció en prisión hasta el 7 de noviembre, fecha en la que fue asesinado. Al salir de su celda se le oyó exclamar: «Ofrezco mi vida por mis hermanos en España, por toda la congregación y por la desdichada España».

—Padre Crescencio Severo Ortiz Bianco. Nació en Pamplona el 10 de marzo de 1881. Profesó el 24 de septiembre de 1900, y fue ordenado sacerdote el 28 de diciembre de 1905. Fue capturado el 20 de julio y asesinado junto a Ángel Martínez Miquélez y Bernardo (Gabriel) Saiz Gutiérrez.

Padre Ángel Martínez Miquélez. Nació en Funes (Navarra) el 2 de marzo de 1907. Hizo su profesión el 24 de agosto de 1925. Ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1930, se dedicó a la docencia y al apostolado misionero, viviendo en varias comunidades. El 20 de julio de 1936 salió de la casa con el padre Crescencio y fray Bernardo en busca de un refugio seguro. En el camino fueron capturados y asesinados por milicianos. Estos tres primeros asesinados del grupo de futuros beatos fueron detenido al grito de «¡a por ellos, que son fascistas!». Su respuesta fue contundente: «No somos fascistas, somo religiosos redentoristas».

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—Hermano Bernardo (Gabriel) Saiz Gutiérrez. Nació en Melgosa (Burgos) el 23 de julio de 1896. El 12 de noviembre de 1919 vestía el hábito redentorista, y profesaba el 13 de noviembre del año siguiente. Desde la comunidad de Pamplona fue trasladado, en 1925, a la de San Miguel, en Madrid. Religioso ejemplar por su disponibilidad constante y una vida de oración, siempre se dedicó al servicio de las cocinas. Con los padres Crescencio Ortiz y Ángel Martínez, sufrió el martirio el 20 de julio de 1936.

—Hermano Nicesio Pérez del Palomar Quincoces. Nació en Tuesta (Álava) el 2 de abril de 1859. Ingresó en la congregación e hizo su profesión el 30 de marzo de 1891. De carácter decidido y tenaz, corroborado por una fe sólida y una espiritualidad nutrida, vivió en varias comunidades, desempeñando las funciones de carpintero, horticultor, apicultor, albañil y director de carpintería. En 1934 llegó a la del Perpetuo Socorro. A los 77 años y casi ciego, junto con hermano Gregorio Zugasti Fernández de Esquide, buscó la hospitalidad de familias amigas. Capturado la tarde del 14 de agosto de 1936, fue asesinado dos días después.

—Hermano Gregorio Zugasti Fernández de Esquide. Nació en Murillo de Yerri (Navarra) el 12 de marzo de 1884. Habiendo profesado los votos el 25 de diciembre de 1912, vivió siempre en Madrid en la comunidad del Perpetuo Socorro trabajando en la editorial. Considerado un religioso piadoso, trabajador confiable y obediente, dio testimonio de su caridad evangélica al no abandonar al hermano Nicesio Pérez durante la persecución, compartiendo su martirio el 16 de agosto de 1936.

—Hermano Aniceto Lizasoain Lizaso. Nació el 17 de abril de 1877 en Irañeta (Navarra). Convertido en redentorista profeso el 15 de octubre de 1896, vivió en diversas comunidades, desempeñando tareas domésticas y los oficios de sacristán, portero y tesorero. Aunque deseaba ser sacerdote, para no dejar la congregación prefirió permanecer como hermano coadjutor. Con el inicio de la persecución, abandonó la casa del Perpetuo Socorro para buscar hospitalidad con amigos. Recibido en una pensión, a raíz de una denuncia, el 18 de agosto de 1936 fue capturado y asesinado.

—Padre José María Urruchi Ortiz. Nació en Miranda de Ebro (Burgos) el 17 de febrero de 1909. Tras la profesión religiosa, el 24 de agosto de 1926, prosiguió sus estudios con tenacidad y considerable esfuerzo en Astorga. Ordenado sacerdote el 20 de octubre de 1932, fue trasladado a Nava del Rey y en los años 1934-1935 a Coruña, Cuenca y Vigo. En octubre de 1935 se incorporó a la comunidad madrileña del Perpetuo Socorro, donde permaneció hasta el 20 de julio de 1936 cuando, por la persecución, salió de casa para ser acogido por una familia amiga. Tras un registro, el 22 de agosto de 1936 fue capturado junto al hermano José Joaquín Erviti Insausti y asesinado durante la noche. Tenía 27 años.

—Hermano José Joaquín (Pascual) Erviti Insausti. Nació en Imotz (Navarra) el 15 de noviembre de 1902. Habiendo hecho su profesión el 24 de febrero de 1930, fue enviado a la comunidad de Astorga. Transferido a la comunidad del Perpetuo Socorro el 24 de febrero de 1935, permaneció en ella hasta julio de 1936, trabajando como ayudante de cocina. Obligado a huir, se refugió con el padre Urruchi Ortiz con una familia amiga. Considerado un religioso prudente, piadoso y de absoluta confianza, pasó el último período en constante oración. Capturado y asesinado por los milicianos con el padre Urruchi, su cuerpo fue encontrado el 22 de agosto de 1936 en la carretera de Andalucía.

—Padre Antonio Girón González. Nació en Ponferrada (León) el 11 de diciembre de 1871. Tras su profesión, el 15 de agosto de 1889, recibió el sacerdocio el 19 de mayo de 1894. Vivió en diversas comunidades, dedicándose a la docencia, la formación y como consultor provincial. Religioso ejemplar, con notables dotes intelectuales y una profunda vida interior, fue testigo de su devoción a la Virgen hasta el final con el constante rezo del rosario. Desde junio de 1936 era miembro de la comunidad del Perpetuo Socorro. Se refugió primero en una casa particular, después en un convento de religiosos y, finalmente, en un hospicio. Fue descubierto y apresado por los milicianos, que lo asesinaron el 30 de agosto de 1936. «De ser un hombre timorato y miedoso, cuando confesó que era sacerdote se liberó de sus miedos y dio un paso al frente», apunta el padre Antonio Manuel Quesada.

—Padre Donato Jiménez Viviano. Nació en Alaejos (Valladolid) el 21 de marzo de 1873. Después de profesar los votos el 8 de septiembre de 1893, fue ordenado sacerdote el 27 de mayo de 1899. En las diversas comunidades donde vivió, casi siempre tuvo el papel de superior, sin descuidar la actividad misionera y la promoción vocacional también para las religiosas. Residente en la comunidad de San Miguel Arcángel, desde el 23 de junio de 1936 encontró hospitalidad con familias amigas. Capturado el 13 de septiembre, fue encarcelado y asesinado, probablemente la noche del 17 de septiembre de 1936.

—Hermano Rafael (Máximo) Perea Pinedo. Nació en Villalba de Losa (Burgos) el 24 de octubre de 1903. Tras su profesión religiosa, el 27 de febrero de 1926, residió en las comunidades de Astorga, Santander, llegando a Madrid el 28 de junio de 1933. De carácter bueno y alegre, con generoso espíritu de servicio, desempeñó las funciones de portero, sacristán, ecónomo y cocinero. Al salir de la casa religiosa el 20 de julio de 1936, encontró refugio con familiares y amigos, y en una pensión, donde el 2 de noviembre fue capturado y asesinado.

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