Obras de Misericordia Corporales. Enterrar a los difuntos y orar por ellos

Obras de Misericordia Corporales. Enterrar a los difuntos y orar por ellos
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Mons. Francesc Pardo i Artigas Unir la última obra de misericordia corporal con una parte de la última de las espirituales, es lo que hago a lo largo de esta reflexión: orar por los difuntos.
El hecho material del entierro ya lo realizan las instituciones que tienen esta finalidad.
Todos hemos experimentado la muerte de personas queridas, familiares, amigos, compañeros? y hemos comprobado lo que significa en nuestras vidas tal vivencia.
Deseamos que la despedida que les ofrecemos manifieste el agradecimiento por sus vidas, y también nuestro afecto, nuestro acompañamiento en el dolor a las personas más próximas al difunto? y, para los cristianos, nuestra esperanza en que la muerte no tiene la última palabra sobre la persona. La última palabra la tiene Dios, y es de Vida para siempre, de Salvación, siguiendo a Jesús, el primero de la cordada que ha atravesado el abismo de la muerte, y es el Resucitado.
Es bueno saber que la celebración de las exequias, enterrar y orar por los difuntos, ocupa un lugar importante en la misión de la Iglesia y de las parroquias. Manifiesta que somos comunidad de fe, de esperanza y de amor, y que ofrecemos ?más aún en estos momentos? acogida, acompañamiento, compartir el dolor, estar junto a los afligidos, como Jesucristo, comunicando esperanza.
– Las parroquias, sus responsables y todos los fieles, la comunidad parroquial, han de atender a los difuntos y a los familiares que viven en la demarcación parroquial, sea cual sea su vinculación con la comunidad, pese a que celebren las exequias en los tanatorios. Aun considerando que, para algunos fieles, la parroquia habitual no es en la que viven a lo largo de una etapa de su vida, sino aquella a la que acuden habitualmente y con la que se sienten vinculados.
– También debemos pensar en cuál es el recuerdo y el mejor agradecimiento que les podemos ofrecer como expresión de nuestro afecto.
– La celebración cristiana de las exequias posee el carácter profundamente religioso y humano de despedida de los difuntos. En el momento de la celebración de los entierros no hemos de pensar únicamente en nuestras convicciones actuales, sino especialmente en las convicciones, creencias y deseos de los que han fallecido. Esto vale especialmente para quienes deciden qué tipo de celebración se va a ofrecer, ya que deben priorizarse las convicciones y creencias con las que vivía el difunto.
– En la elección de las celebraciones manifestamos cuál es la comprensión de la persona, de su vida, y señalamos un "futuro" o bien "la nada". No es irrelevante, tal decisión. Alguien pensará que ciertamente hay que tener fe y esperanza, y es cierto. Pero, al mismo tiempo no hay que olvidar que todos gozamos de la marca de Dios, que estamos hechos a su imagen y semejanza. Esta marca es el deseo de vida en plenitud y para siempre. Puede que en aquel momento nos cueste creerlo. Pero tal dificultad no ha de representar negación, y menos aún para quienes lo han dado todo o mucho por nosotros.
– Los cristianos, cuando participamos en una celebración exequial, sea en el tanatorio, en la parroquia o en otra iglesia, no permanecemos "mudos". Rezamos en voz alta cuando corresponde. Con frecuencia da la impresión que únicamente el sacerdote o el diácono es quien reza en voz alta. Es una buena ocasión para dar testimonio de nuestra fe y esperanza por medio de la plegaria.
– Y procuremos que los niños y los jóvenes descubran que despedimos con esperanza a quienes hemos querido y queremos. Que no se queden únicamente con el hecho de la muerte, sino como vivimos la muerte quienes creemos en Jesucristo.
Y no olvidemos que el mejor agradecimiento, la mejor muestra de afecto y de recuerdo, es la plegaria, No necesitan nada más.
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona





