Discernir: los pensamientos de Dios
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Mons. Agustí Cortés Una vez asumido el riesgo y el honor que significa el discernimiento y, por tanto, decididos a realizarlo, nos esforzamos para que nuestra mirada sobre la Iglesia Diocesana sea la correcta.
Existe la mirada del periodista, del sociólogo, del historiador, del hombre de negocios, del psicólogo, del artista, del amigo, del político? Aunque algunos digan lo contrario, no podemos pretender que la mirada que dirigimos a la realidad sea un simple "ver", "tener noticia" o un conocer superficial. Ante todo, por la sencilla razón de que esta mirada no existe. Absolutamente todos, antes de mirar, han hecho sus opciones, a veces sin darse cuenta: todos buscan algo concreto, utilizan unos criterios específicos y pretenden un fin propio. La mirada sobre el triunfo de un deportista será muy distinta si quien lo contempla es su madre, que conoce su trayectoria desde niño, si es el dueño de la empresa que le sirvió de "sponsor", si es el político, que descubre en ello un motivo para la autoestima del propio país. El hecho de haber obtenido una medalla es exactamente el mismo, pero ¿quién descubre mejor la verdad y el valor de este hecho? ¿La suma de todas las miradas parciales?
Todos hemos de comprometernos a que las opciones previas que llevamos dentro antes de mirar, no lleguen a deformar la realidad, sino que nos ayuden a penetrar en su corazón. Eso se conseguirá cuando, teniendo presentes todas las miradas "parciales", acertamos en la forma de mirar que exige la naturaleza profunda de lo que deseamos conocer. Esto vale en cualquier caso, pero con más razón cuando no pretendemos sólo conocer, sino llegar a discernir una realidad, que nos afecta profundamente. Una realidad que, lejos de resultarnos indiferente, forma parte esencial de nuestra vida, ante la cual estamos llamados a tomar postura, incluso a actuar, si es el caso.
Miramos, pues, nuestra Iglesia Diocesana y sentimos la urgencia de adquirir los criterios, la forma de mirarla, que corresponde a lo que ella ha de ser según Dios. Esto era justamente lo que preocupaba tanto a Jesús, cuando constataba que muchos no le hacían caso o le interpretaban mal. Era lo que intentó educar en sus discípulos, a decir verdad sin demasiado éxito. ¿Estamos nosotros en esto más avanzados que ellos?
Hace tres semanas escuchábamos en la liturgia de la Palabra del Domingo XXII del tiempo ordinario el tremendo reproche que Jesús dirigía a Pedro:
"Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios" (Mt 16, 23)
Hay unos pensamientos, comunes entre la gente de entonces y de ahora, que impiden ver como Dios ve. Son criterios contrarios a su manera de ver y entender, que obstaculizan el correcto discernimiento sobre la Iglesia. ¿Será por eso que nos dice San Pablo:
"Hermanos míos? no viváis conforme a los criterios del mundo presente; por el contrario, transformaos por la renovación de vuestra mente, para que lleguéis a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto" (Rm 12,2)?
Transformarnos, cambiar, para ver y entender. Le pedimos al Espíritu que, en el momento de mirar nuestra diócesis y decidir sobre su futuro, nos transmita los pensamientos de Dios, sus criterios y su lógica, aunque ello nos exija cambiar de vida.
? Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat





