Toledo y Palencia, camino de tener nuevos beatos: José Merino Andrés y María Evangelista Quintero

León XIV ha aprobado los decretos que reconocen sus "virtudes heroicas". María Evangelista fue una escritora del siglo XVII de la Orden Benedictina-Cisterciense, mientras José Merino fue dominico y misionero del siglo XX 

María Evangelista

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Redacción Religión

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La beatificación de los españoles José Merino y María Evangelista Quintero está más cerca después de que el Papa León XIV haya aprobado los decretos que reconocen sus "virtudes heroicas".

 

María Evangelista, mística del siglo XVII que perteneció A la Orden Benedictina-Cisterciense 

María Evangelista fue una escritora mística monástica del siglo XVII de la Orden Benedictina-Cisterciense que nació en la localidad vallisoletana de Cigales en 1591 y falleció en Casarrubios del Monte (Toledo) en 1648, donde fundó el monasterio de la Santa Cruz.

Sus restos mortales se conservan en la iglesia del Monasterio y su fama de santidad no ha cesado nunca durante estos siglos y "los fieles siguen encomendándose a su intercesión y protección, obteniendo gracias y favores", según se lee en la página web del monasterio.

Procedente de una familia profundamente cristiana, María Evangelista Quintero ¡ quedó huérfana de ambos padres, siguió su vocación religiosa e ingresó en el monasterio cisterciense de Santa Ana, en Valladolid. Ejemplar en los cargos que desempeñó, vivió experiencias místicas que dejó por escrito, guiada por sus confesores Gaspar de la Figuera y Francisco de Vivar.

Promovió la vida de oración y contemplación, continuando sus experiencias místicas, algunas con signos visibles. Cinco años después de fallecer, fueron hallados sus restos incorruptos, mientras crecía su fama de santidad. Su vida estuvo marcada por el diálogo constante con Dios y por su deseo de ofrecerse como víctima junto a Cristo por la conversión de los pecadores.

José merino, dominico y misionero que devoto de la virgen maría 

Por su parte el padre dominico José Merino Andrés nació en Madrid en 1905 y falleció en Palencia en 1968. A los 28 años ingresó en la Orden Dominica para luego ser enviado como misionero a México y regresó dos años después, cuando se le nombró Maestro de los Novicios en el Convento de los Dominicos de la ciudad palentina.

Con motivo de su proceso de beatificación, sus restos se trasladaron a la capilla de Santo Domingo en la iglesia de San Pablo de Palencia.

A pesar de su frágil salud, continuó su labor misionera hasta su muerte el 6 de diciembre de 1968. Fue un religioso ejemplar, profundamente devoto de la Virgen María, humilde, pobre y obediente, siempre animado por una fe firme y una esperanza confiada en la misericordia divina.

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