Ante la Jornada por los Orantes

Ante la Jornada por los Orantes
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Mons. Julián López El próximo domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, la fiesta de Dios como se la conoce en algunos lugares, invita a fijar la mirada en el misterio que es fuente de todos los demás que integran el credo cristiano: "Que bien sé yo la fonte que mana y corre?" escribió San Juan de la Cruz. Después de haber celebrado los acontecimientos de nuestra salvación desplegados desde la Navidad hasta Pascua y Pentecostés, somos invitados a detenernos ante el mismo ser divino, una realidad inimaginable para los hombres si Dios no la hubiese manifestado de manera progresiva a lo largo de los siglos. Y, sin embargo, es una verdad sencilla y razonable en su formulación, aunque escapa a nuestra lógica. Creemos en un solo Dios en tres personas. No son tres dioses sino un único ser que es a la vez y se ha manifestado como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es trino y, sin embargo, uno. Lo sabemos porque Jesucristo afirmaba: "El Padre y yo somos uno" (Jn 10, 30) y en la última cena se refirió varias veces al envío del Espíritu Santo por el Padre y por Él mismo (cf. Jn 14, 16.26; 15, 26; etc.). "Dios no es soledad, sino comunión perfecta" afirmaba Benedicto XVI.
Contemplando este misterio empezamos a entender por qué los cristianos debemos formar unidad o comunión también, imperfecta si la comparamos con el misterio de Dios, per verdadera cuando andan por medio la fe y la caridad. "Dios es amor" escribió San Juan (1 Jn 4, 7-8), y de esa unidad en el amor la Iglesia, presente en cada comunidad cristiana, se hace una sola cosa participando de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (cf. LG 4). Así de sencillo y así de hermoso si intentáramos de verdad proyectar en nuestra vida lo que afirmamos acerca de Dios. Vivir en comunión es un tesoro que está a nuestro alcance si queremos conocerlo y disfrutarlo.
Con esta misteriosa realidad como fondo, la Iglesia en España dedica el domingo -fiesta del Dios-Trinidad a las comunidades contemplativas que pueblan nuestros monasterios. Un verdadero tesoro que debe ser también más conocido y apreciado. Mirando a nuestra historia, monjes fueron los que habitaron, por poner un solo ejemplo, el monasterio de San Miguel de Escalada, consagrado hace 1100 años. Monjas son las habitantes de los diez conventos "de clausura" que aún nos quedan, porque acabamos de perder uno, el de las Clarisas Capuchinas de Villamañán. Llegaron el año 1920 y las cinco últimas se han ido hace un mes, ancianas y enfermas. Su partida fue noticia de un día, pero sólo Dios sabe el bien que nos han hecho en este casi un siglo de presencia orante y sacrificada en nuestra tierra. ¿Cómo se lo pagaremos? Ante todo rezando por ellas y recordando su amor a la diócesis. Se han llevado poco más que lo puesto. Han dejado todo para la parroquia, y para la diócesis un cáliz-custodia de plata dorada. En una carta, días después de su acomodo en Granada, en el convento de la Orden, escribía la M. Socorro, ex-abadesa: "Y pediremos también mucho por esa querida provincia leonesa: que Nuestro Señor le conceda todas las gracias que necesita?".
Pero debemos acordarnos también de las diez comunidades que aún quedan. Y lo digo con preocupación porque hay comunidades florecientes, sí, pero también las tenemos que miran el futuro con angustia ante la falta de vocaciones. ¿Cómo no evocar, por tanto, los tres monasterios de monjas Benedictinas (Carbajalas, Sahagún, San Pedro de Dueñas), los dos Cistercienses (Gradefes, Carrizo), el de las Jerónimas (Toral), y los de Clarisas, Agustinas recoletas, Carmelitas descalzas y Concepcionistas (en León los cuatro)?El convento de las Carmelitas, fundado en 1962 con ocasión del IV Centenario de la Reforma de la Orden por Santa Teresa, celebrará el día 8 de junio el 50º de la inauguración del convento en presencia de la reliquia del brazo de Santa Teresa.
Que la próxima jornada "pro orantibus", que tiene como sugestivo lema: "Centinelas de la oración. Vida contemplativa en el Año de la Fe", pensemos en nuestros monasterios contemplativos y dediquémosles una plegaria al Señor llena de afecto y gratitud por el testimonio que nos ofrecen de fidelidad a una vocación insustituible y enriquecedora como pocas para la Iglesia y para la sociedad. El Concilio Vaticano II dijo de la Vida contemplativa: Quienes "se dedican solamente a Dios en la soledad y silencio, en la oración asidua y generosa penitencia, ocupan siempre?, un lugar eminente en el Cuerpo Místico de Cristo? En efecto, ofrecen a Dios un eximio sacrificio de alabanza, ilustran al pueblo de Dios con frutos ubérrimos de santidad y le edifican con su ejemplo e incluso contribuyen a su desarrollo con una misteriosa fecundidad. De esta manera son el honor de la Iglesia y manantial para ella de gracias celestiales" (PC 7).
+ Julián López
Obispo de León