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La confesión de una trasplantada de riñón: “Mi hermana me hizo un regalo impagable: seguir viviendo"

Águeda donó un riñón a su hermana Esther: “Me aterrorizaba que mis sobrinos se quedaran sin su madre”

La confesión de una trasplantada de riñón: “Mi hermana me hizo un regalo impagable: seguir viviendo

 

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 20 mar 2019

Como dos gotas de agua. Y no son Pili y Mili. Son Esther y Águeda, algo más que hermanas. Desde hace once años, la primera tiene una parte de su cuerpo que la segunda le donó: un riñón. Y es que Esther necesitaba ser trasplantada, después de que con el paso de los años se agravara su problema de uréteres que, pese a ser de nacimiento, le habían detectado a los 22 años, y que se agudizó tras los partos de sus dos hijos. Esther tuvo suerte, porque ni siquiera tuvo que comenzar con la diálisis: “Cuando el médico me comentó que estaba grave y tenía que ir a la diálisis, se me vino el mundo encima. Cuando se lo conté a mi hermana, no dudó un instante, y comentaba que si había compatibilidad, el riñón me lo donaba ella.”

Tras dos semanas de numerosas pruebas en un hospital de Madrid, los médicos determinaron que el riñón de Águeda era compatible con el de su hermana. Águeda agradece que fuera un proceso rápido: “Mejor así, porque aunque yo estuviese segura, los nervios están ahí, y si se alarga, las dos partes lo pasamos peor. Vivir con un solo riñón no es grave. No es como si te extraen un ojo o una mano. Yo no noté y no noto nada. Me operaron un jueves y el sábado me dieron el alta. Estaba sana, por lo que la recuperación fue muy rápida. No me arrepiento de nada. Lo volvería a hacer por ella.”

Esther reconoce que quienes peor lo pasaron fueron sus padres: “Para ellos fue doloroso. Tener dos hijas en el quirófano el mismo día por un trasplante es duro. Primero extrajeron el riñón de Águeda mientras yo permanecía en la UVI, en una unidad aislada. Mis otros tres hermanos y mi padres esperaban en la sala de espera. Yo estaba angustiada, porque pasaban las horas y no me bajaban a quirófano. Pensé que la intervención de mi hermana sería más rápida. Cuando finalmente me bajaron, mi hermana aún no había salido. Hasta que no me dijeron que Águeda estaba bien no me quedé tranquila. Luego me anestesiaron. Cuando desperté, ella estaba en la habitación. Fue como una película."

Esther y Águeda siempre habían estado muy unidas. Pese a su origen guadalajareño, ambas se trasladaron a Madrid durante la adolescencia. Siempre han compartido amistades, algún que otro novio, salen juntas de parranda y de vacaciones: “Hermanas pero sobre todo amigas”, nos confiesan.

“Hermanas pero sobre todo amigas”

“Esther me ha dado además dos de las cuatro cosas que más quiero en el mundo, que son mis dos sobrinos”. De hecho, Águeda se decidió a donar su riñón pensando en el futuro de los hijos de Esther: “En ese momento sus niños eran pequeños, y pensaba que mi hermana era más necesario que yo en este mundo. Yo estaba segura de que no me ocurriría nada por perder el riñón, pero en cualquier caso asumí el riesgo, porque tan solo de pensar que mis sobrinos podían quedarse sin madre me aterrorizaba.”

Desde aquello, ambas no pierden un instante en lo más importante: vivir. Esther incluso se ha aficionado a la cerveza, por un motivo peculiar: “A mi no me gustaba, pero Águeda si las bebe. En los momentos de mayor tensión, para relajarnos, ella bromeaba comentando que su riñón estaba acostumbrado a la cerveza, y yo tenía que cuidarlo. Y fue algo psicológico, en la primera oportunidad que tuvimos de ir a una terraza tras la operación, me pedí una cerveza.”

Bromas aparte, Esther valora mucho más los pequeños momentos: “La estancia en el hospital hace que valores más todo, te centras en vivir cada momento. Mientras estaba ingresada, hice una lista con las cosas que quería hacer. Ya nunca pienso en el mañana, sino en hoy. Por suerte no tuve que ir a diálisis, pero observas el miedo que tienen otras personas, el ansia con el que esperan un donante para tener una segunda oportunidad, como yo la he tenido.”

Es la historia de Águeda y Esther: “Mi hermana me hizo un regalo impagable. Seguir viviendo."

Ahí queda eso.

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