Va a una cita con su cardióloga y lo que le pide cambia la vida de la familia de la doctora: "En una zona rural de Salamanca"

Esta historia del arquitecto Miguel Ocaña narra cómo guía por WhatsApp a Susana para reformar una vieja pocilga en la finca de Esperanza, su médico, que le hace la petición

El resultado de la obra de Susana y Manuel Ocaña
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Poniendo las Calles

Carlos Moreno 'El Pulpo' charla con  , arquitecto y autor de ¡Oh, Susana!

José Manuel Nieto

Publicado el

3 min lectura

En plena consulta médica, entre electrocardiogramas y recomendaciones de salud, surgió un encargo inesperado. La doctora Esperanza, cardióloga de profesión, no se dirigía a un compañero de quirófano, sino a su paciente, el arquitecto Manuel Ocaña. Su petición no tenía nada que ver con la medicina, pero sí con el corazón: transformar una vieja pocilga en la finca familiar, situada en una zona rural de Salamanca, en un salón multiusos donde poder reunirse con hijos y nietos.

El caso, que comenzó como una simple conversación entre doctora y paciente, acabó marcando un antes y un después en la vida de la familia de Esperanza y, de rebote, dio origen a un libro titulado ¡Oh, Susana!, publicado recientemente por Ocaña. Lo narró en Poniendo las Calles, el programa de Carlos Moreno 'El Pulpo' en COPE, donde explicó con detalle esta experiencia única.

Una parte de la pocilga reformada

Una parte de la pocilga reformada

“Me dijo: ‘Tengo una pocilga en la finca de mis padres, y mis nietas ya no quieren ir. ¿Tú podrías hacer algo bonito para que vengan?’”, contó Ocaña durante la entrevista. “Y claro, cómo no vas a decir que sí a eso”.

Un arquitecto, una guardesa y un reto emocional

La reforma se llevó a cabo a distancia, a través de WhatsApp, con el apoyo logístico de Susana, la guardesa de la finca y pieza clave del proyecto. Fue ella quien se convirtió en las manos del arquitecto, ejecutando sus indicaciones con precisión y cariño. Ocaña no solo diseñó los planos, sino que guió cada paso desde la distancia, adaptándose al entorno, a los materiales disponibles y, sobre todo, al espíritu del lugar.

“Susana es la heroína de esta historia. Ella lo hizo todo posible. Su entrega fue total”, reconoció el arquitecto. La finca, anclada en el paisaje de Castilla, tenía una vieja construcción ganadera que ya no cumplía ninguna función. En vez de demolerla, Ocaña vio potencial en sus muros antiguos y su ubicación privilegiada para crear un espacio cálido, funcional y abierto a la convivencia familiar.

La portada del libro ¡Oh, Susana!

La portada del libro ¡Oh, Susana!

No se trataba solo de rehabilitar un espacio rural, sino de hacerlo con sentido, respetando la memoria del lugar, los valores de quienes lo habitan y las necesidades emocionales de una familia que quería volver a reunirse bajo el mismo techo. “La arquitectura no es solo arte, es también utilidad social”, explicó Ocaña, quien aprovechó para reflexionar sobre el papel del arquitecto en la sociedad actual: “Tenemos la responsabilidad de mejorar los lugares donde vivimos, aunque sean pequeños. O precisamente por eso”.

Un libro que emociona y da esperanza

El proyecto no solo devolvió la vida a una edificación olvidada. También transformó la relación de la familia con la finca. Los nietos volvieron. Los encuentros se reanudaron. Y la emoción de Esperanza, la cardióloga, fue tan grande que inspiró a Ocaña a convertir esta historia en un relato. Así nació ¡Oh, Susana!, donde se detalla el proceso de reforma, la complicidad con Susana y el valor de recuperar los espacios del pasado para darles nueva vida.

En tiempos de despoblación y abandono rural, historias como esta demuestran cómo la arquitectura, cuando se hace con alma, puede reconstruir no solo edificios, sino también vínculos familiares. Y todo empezó con una consulta médica.

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