Por sus manos han pasado cientos de pacientes, unos muy conocidos como Raphael o Cayetano Martínez de Irujo, y otros anónimos. Le ha salvado la vida a muchos, pero no es un Dios, solo un profesional muy preparado. Es Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica y académico de la Real Academia Nacional de Medicina de España.

Entre cirujía y cirujía, también le gusta escribir novela, la última se llama “El cirujano”, porque a pesar de la cantidad de series de ficción sobre médicos que existen, sigue teniendo esa sensación de que no se cuenta bien la realidad de los médicos. Las renuncias, los dilemas, las horas de trabajo, y también , por qué no decirlo, las alegrías. "Esta mañana mi compromiso más importante era estar aquí".

Una cirujía larga puede ser de 36 horas, una jornada deplorable "depende del enfermo, de la complejidad y de cómo se encuentra un cirujano". Los trasplantes por ejemplo, cuenta el doctor Moreno, que si se complica se debe seguir hasta tener una situación estable. Y si se complica muchas horas, "generalmente no se sale del quirófano". Porque dice que ser cirujano es casarse con el Hospital, con muchas renuncias y muchas horas de trabajo. Lo peor a lo que se enfrenta un cirujano es al fracaso "porque un enfermo no responda, es muy duro".

Ha operado por todo el mundo y siempre con su "cuadrilla". Ha operado en Argentina y siempre quiere ver el lugar, el instrumentista, quién es el enfermo, para poder controlar siempre el ambiente. "Algunas veces hay que plantearse en qué idioma vamos a operar". Y es que ha sido habitual del avión supersónico, el Concorde, porque en el mismo día podía hacer una cirugía en Estados Unidos y regresar a España. "Yo soy un cirujano abrepuertas, porque he vivido muchos cambios, y eso para mí es lo relevante". Son muchos cirujanos muy buenos de los que el doctor Moreno no se olvida y dice que "son los que aman profundamente lo que hacen y saben dibujar perfectamente todo lo que van a hacer".