Cuidar la creación: una vocación espiritual desde la mirada de Dios
Celebramos durante este mes y hasta el 4 de octubre el Tiempo de la Creación. Esta semana Mario Alcudia reflexiona sobre la urgencia de cuidar la creación basándose en las enseñanzas del Papa Francisco y de León XIV. Se trata de redescubrir la mirada amorosa de Dios sobre el mundo; porque cuidar la casa común es una expresión de fe vivida con responsabilidad, esperanza y amor

CUIDAR LA CREACIÓN: UNA VOCACIÓN ESPIRITUAL DESDE LA MIRADA DE DIOS | FIRMA MARIO ALCUDIA
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El cuidado de la creación no es una opción secundaria, sino una vocación esencial que brota del corazón mismo del Evangelio. Como nos decía el Papa Francisco en Laudato Si’, “todo está conectado” y la tierra, nuestra casa común, es también reflejo del amor de Dios. En este mes de septiembre, marcado por el Tiempo de la Creación, se nos invita a mirar el mundo con los ojos del Creador, reconociendo en cada criatura —por pequeña o aparentemente insignificante que sea— una expresión de su ternura.
También el Papa León XIV, en su intención de oración para este mes, nos llama a recuperar esa mirada amorosa, inspirada en el Cántico de las Criaturas de san Francisco de Asís.
En este horizonte se sitúa el Borgo Laudato si’, un espacio inaugurado en Castel Gandolfo como un signo concreto de esperanza, un lugar donde el cuidado de la creación y el respeto por la dignidad humana —especialmente de los más vulnerables— se vivan como expresión de fe.
Todo ello nos recuerda que el ser humano, creado a imagen de Dios, tiene la responsabilidad de custodiar todas las criaturas. Esta tarea no nos coloca por encima de la creación, sino dentro de ella, llamados a vivir en armonía.
El cuidado de la creación se convierte en una experiencia profundamente cristiana, una forma de contemplar al Creador que vive entre nosotros y en lo que nos rodea.
En este Tiempo de la Creación, la invitación es clara: mirar con los ojos del Señor, contemplar con gratitud y actuar con responsabilidad viviendo una espiritualidad encarnada que reconozca en cada criatura un reflejo del amor divino. Como cristianos, estamos llamados a ser custodios de la belleza en esta casa común que Dios nos ha confiado.