2025, un año para la Historia de la Iglesia: entre la gratitud y la esperanza

2025 ha sido un año histórico para la Iglesia: la muerte del Papa Francisco y la elección de León XIV, unidos por la gracia del Año Jubilar de la Esperanza. Mario Alcudia reflexiona hoy sobre este tiempo de transición, marcado por el legado de una Iglesia en salida y la apertura a nuevos horizontes en el que construir puentes y caminar juntos en la misión evangelizadora. En definitiva, un tiempo para dar gracias y confiar en el Señor que hace nuevas todas las cosas

2025, un año histórico para la Iglesia
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2025, UN AÑO PARA LA HISTORIA DE LA IGLESIA: ENTRE LA GRATITUD Y LA ESPERANZA | FIRMA MARIO ALCUDIA

Redacción Religión

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Vamos haciendo balance de este Año que concluye histórico para la Iglesia Católica no solo porque el Papa Francisco volvía a la Casa del Padre y se elegía a su sucesor la llegada de León XIV, sino también por la gracia del Año Jubilar de la Esperanza, que ambos Pontífices han celebrado de forma conjunta, un signo de comunión y renovación espiritual. 

Francisco deja tras de sí un legado que difícilmente podrá olvidarse: una Iglesia en salida, cercana a las periferias, comprometida con los pobres y defensora de la creación. Su insistencia en la misericordia y en la conversión pastoral nos recordó que la fe no es un refugio cómodo, sino una misión que se vive en las calles, en el encuentro con el otro.

La historia no se detuvo en abril. La elección de León XIV abrió un nuevo capítulo marcado por la continuidad y la novedad. En sus primeros meses, el nuevo Papa ha mostrado un estilo sobrio y dialogante, consciente de los desafíos globales: secularización, polarización y crisis de sentido.

En medio de esta transición, el Año Jubilar de la Esperanza ha sido un regalo providencial. Francisco lo soñó como un tiempo para redescubrir la fuerza del Evangelio en la vida cotidiana; León XIV lo ha asumido como punto de partida para su Pontificado. Juntos han invitado a millones de peregrinos a Roma y a las iglesias locales a abrir las puertas de la misericordia y la reconciliación. Ha sido un signo potente: la esperanza no es una idea abstracta, sino una experiencia que se comparte, que se celebra y que transforma.

El presente y el futuro que se abren ante León XIV no son sencillos: heridas internas, desafíos culturales o la urgencia de evangelizar en un mundo digital. Todo ello, sin perder la brújula del Evangelio.

Hoy damos gracias por el camino recorrido con Francisco y miramos con confianza el que tiene por delante León XIV. Que este tiempo sea ocasión para renovar nuestra fe, fortalecer la comunión y asumir con valentía la misión evangelizadora. Feliz 2026

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