Al comienzo de octubre, el gran mes misionero, me llega el testimonio de una religiosa de las Hijas del Niño Jesús sobre su decisión de permanecer en Myanmar, un país que vive una guerra civil prácticamente olvidada desde que, en febrero de 2021, se produjo un cruento golpe de estado por parte del ejército. La hermana Rosalind Arokiaswami relata que, tras la fatiga de integrarse en la realidad de Myanmar, le llegó esta prueba. Las autoridades podían retirarle el visado y enviarla de regreso a su país, así que debía ser prudente en su forma de actuar. En esta circunstancia recordó las palabras del fundador de su orden, el beato Nicolás Barré: “cuando todo parezca estar en contra de toda esperanza, espera todavía en Él”. Y se preguntaba si estaba preparada para fiarse de esas palabras. En la situación actual no hay ninguna garantía de que su vida esté a salvo. En medio de esa precariedad ha entendido que sólo “la sobreabundancia del amor de Dios” es su seguridad. Ese ha sido el momento decisivo en su camino de fe, lo que le ha permitido decidir permanecer, con una paz y serenidad que le permiten atravesar los momentos de duda y de angustia.

En un contexto de violencia, hambre e inseguridad, la gran mayoría de la población considera la presencia de las Hermanas como una bendición. Por otra parte, las misioneras también son evangelizadas por el pueblo sencillo al que sirven. Cuando la hermana Rosalind fue a renovar el visado, su gente le dijo: “no te preocupes hermana, todo irá bien, Dios quiere que sigas con nosotros”. Entonces se dio cuenta de que le estaban enseñando la fe. Y así concluye: “si Dios quiere que yo siga sirviendo a su pueblo, Él hará lo necesario. No tengo nada de lo que preocuparme, sino invocarlo constantemente para aumentar mi fe”. Hermosa y precisa descripción de lo que es la misión.