En la tarde ayer corrió como la pólvora la noticia de que el anciano cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, había sido detenido por la policía, acusado de actuar contra la seguridad del Estado por su participación en la gestión de un fondo de ayuda para las personas heridas o arrestadas tras las manifestaciones a favor de la democracia desarrolladas en 2019.

El cardenal es un viejo león, conocido por su recia defensa de las libertades, que siempre ha estado en el punto de mira de las autoridades de la ciudad. Tras ser llevado a comisaría, este anciano de 90 años fue puesto en libertad bajo fianza y puedo regresar a la casa de los salesianos en la que reside. En todo caso, tendrá que responder ante un Tribunal de acusaciones patéticas que esconden el único y verdadero motivo de este acoso: golpear a un exponente de la lucha por la democracia, conocido como “la conciencia de Hong Kong”.

La diócesis de la que fue pastor ha emitido un comunicado en el que expresa su profunda preocupación y recuerda que siempre ha sostenido el Estado de Derecho, confía en que se garantice la libertad religiosa, y apremia a las autoridades policiales y judiciales a tratar al cardenal Zen de acuerdo con la justicia. También la Santa Sede mostró su preocupación por la detención y aseguró que sigue con extrema atención su evolución. A nadie se le oculta que el régimen chino está mandando un serio aviso. El P. Gianni Criveller, misionero con muchos años de presencia en Hong Kong, lo tiene claro: se busca eliminar cualquier espacio de disenso y la situación será cada vez más difícil para la Iglesia. La nota de la diócesis parece tomar conciencia al concluir afirmando que “como cristianos, estamos firmemente convencidos de las palabras de Salmo: El Señor es mi pastor, nada me falta”.