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El misterio de la pequeña Teresa

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José Luis Restán
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Director Editorial COPE

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 13:56

Ayer, ante de salir hacia el hospital Gemelli para someterse a una operación, el Papa habló durante la Audiencia General sobre una de las figuras más significativas de la Iglesia de los últimos tiempos. Me refiero a Santa Teresa de Lisieux, patrona universal de las misiones, a la cual Francisco nos ha revelado que tiene intención de dedicar una Carta Apostólica con motivo del 150 aniversario de su nacimiento.

En la Francia del siglo XIX, en una Iglesia asolada por las consecuencias de la Revolución, surge esta pequeña flor de la caridad y de la misión, que el gran teólogo Urs von Balthasar consideraba como un mensaje de Dios para ese momento de la historia, más aún, como uno de esos mensajes encarnados con los cuales el Señor quiere marcar el paso de su Iglesia.

Como ayer recordaba Francisco, la vida de Teresa siempre estuvo “bajo el signo de la pequeñez y la debilidad y, sin embargo, su corazón era vibrante, era misionero”. Su impacto fue incalculable a pesar de no salir de su convento carmelita y de no ser entendida, con frecuencia, por sus propias hermanas, de las que obtuvo “más espinas que rosas”.

En realidad, todo en su vida se sale de los esquemas. Comenzó siendo una niña mimada, pero pasó de buscar su propia consolación a «consolar a Jesús, hacerlo amar por las almas». Tenía un celo especial por los más destrozados y alejados. A pesar de sus padecimientos físicos (murió con tan solo 24 años) y de las incomprensiones que soportó, estaba definida por una misteriosa alegría. Vivió entre cuatro paredes, pero su horizonte era el mundo, de hecho, impulsó la primera fundación del Carmelo en Vietnam.

La Iglesia necesita, sobre todo, corazones como el de Teresa, corazones que atraen al amor y acercan a Dios, dijo ayer Francisco. Son corazones que no podemos planificar ni fabricar. Son, más bien, el fruto inesperado de una tierra, la de la Iglesia, que, aunque parezca reseca, tiene siempre una fertilidad fuera de nuestros cálculos. Como ella decía: “no os confundáis, cuando soy caritativa, es Dios quien obra en mí”.


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