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Celebrar el matrimonio

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Durante toda esta semana, la Iglesia en España quiere celebrar el gran bien para la humanidad que es el matrimonio. Una vez presencié cómo un hombre ya mayor, trabajador de la construcción, frenaba en seco la típica broma estúpida de uno de sus jefes sobre la pesadez de aguantar a la mujer después de tantos años: “Dios quiera que me dure mucho tiempo, porque eso es lo mejor de la vida”. Como dice el Papa en su carta a los matrimonios, con motivo del Año dedicado a la Familia, el matrimonio es como un barco que transita por el mar agitado de la vida, un barco al que se ha subido Jesús, literalmente. Por eso, para el hombre al que me he referido, estar junto a su mujer después de tantos años no era “una penitencia, sino un refugio en medio de las tormentas”, como escribe Francisco.

En realidad, cualquier sociedad sana debería celebrar el matrimonio. Sin embargo, en nuestras sociedades “avanzadas” los medios de comunicación, los intelectuales y los políticos lo maltratan de todas las formas posibles, una muestra de inclinación al suicidio muy típica de este momento histórico. Por eso, que la Iglesia celebre el matrimonio no es un gesto hacia dentro, es una auténtica profecía para el mundo. No se trata de moralismo, sería inútil y aburrido, sino de mostrar, ante todos, la belleza de un amor que atraviesa el tiempo y los estados de ánimo, que va más allá de éxitos o fracasos, que genera vida, que construye una casa sobre roca, un hogar donde los esposos se recuperan del extravío al que nos invitan tantas cosas.

“Para vosotros es imposible”, dijo Jesús a los apóstoles desconcertados. Pero el testimonio humilde y sencillo, amasado con alegrías y dolores, de tantos matrimonios a lo largo de la historia, muestra que Dios lo hace posible.

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