En las venas de la humanidad
Escucha la Firma de José Luis Restán del lunes 7 de julio

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Hace unos días, al dirigirse a los obispos de la Conferencia Episcopal Italiana, el Papa León XIV identificaba el centro de todos los esfuerzos y de las múltiples iniciativas que la Iglesia debe llevar a cabo, con estas palabras de san Juan XXIII: “infundir a Cristo en las venas de la humanidad”. Estas palabras están tomadas de la Constitución apostólica Humanae Salutis, escrita por el Papa Juan en el lejano 1961, en la que decía que “la Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad… y tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas más trágicas de la historia”.
León XIV ha hablado a los obispos italianos en esa misma clave al referirse a grandes desafíos actuales que cuestionan el respeto a la dignidad de la persona humana: “la inteligencia artificial, la biotecnología, la economía de los datos y las redes sociales, que están transformando profundamente nuestra percepción y experiencia de vida”. En este escenario, ha dicho el Papa, “la dignidad humana corre el riesgo de verse aniquilada u olvidada, sustituida por funciones, automatismos y simulaciones, pero la persona no es un sistema de algoritmos: es una criatura, una relación, un misterio”.
Y en este punto, señaló una cuestión trascendental: teniendo siempre presente que Jesús es el centro de su misión, la Iglesia necesita “la visión antropológica como herramienta esencial para el discernimiento pastoral”. Y lanzó esta clara advertencia: “sin una reflexión viva sobre lo humano (en su corporeidad, en su vulnerabilidad, en su sed de infinito y su capacidad de conexión), la ética se reduce a un código y la fe corre el riesgo de desencarnarse”.
Esta indicación del Papa me parece decisiva para este momento histórico. Eso es lo que significa infundir a Cristo en las venas de la humanidad, aclarar con su luz y enderezar con su gracia todo lo que bulle a diario en nuestra carne y nuestra sangre.