En la misma tesitura
Escucha la Firma de José Luis Restán del miércoles 26 de noviembre

Escucha la Firma de José Luis Restán del miércoles 26 de noviembre
Publicado el - Actualizado
2 min lectura1:58 min escucha
Es frecuente que cuando se les pregunta a personajes famosos, ya sea del espectáculo, de la ciencia o de la literatura, sobre sus creencias, digan que “algo tiene que haber, aunque no sé lo que es”. Y es que ese Misterio último que intuimos detrás de las estrellas, de la mirada de un niño o del amor de nuestra madre, no podríamos saber quién es salvo que Él mismo se nos mostrase. Eso es precisamente el cristianismo. En su reciente carta conmemorando los 1700 años del Concilio de Nicea, el Papa León subraya precisamente esto: que “Dios no es inalcanzable para nosotros porque ha salido a nuestro encuentro en Jesucristo”. Los padres del Concilio, muchos de los cuales llegaron a Nicea con las heridas de las persecuciones sufridas por confesar esta fe, quisieron dejar claro que Jesús es realmente el Hijo de Dios, “que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo”. León XIV se detiene en esa imagen de “bajar del Cielo”, que San Pablo describe con expresiones muy fuertes, como que “se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo”. Esta es la sustancia de la fe cristiana que, desde el principio, invita a cada uno a tomar postura: escandalizarse por semejante pretensión (¡que Dios se ha hecho carne!), o seguirla hasta el fondo porque en ella está el significado y el cumplimiento de nuestra vida.
La audacia de los cristianos (¿ingenua, absurda, razonable?) es y será siempre proclamar un Dios que está cerca, que nos acompaña en nuestro camino y en los lugares más oscuros de la tierra… que se despoja de su infinita majestad haciéndose nuestro prójimo en los pequeños y en los pobres. Y esto, subraya el Papa, “revoluciona las concepciones paganas y filosóficas de Dios”. En medio del escepticismo y de las violentas discusiones de su época, los padres de Nicea confesaron esta fe con las palabras del Credo y se jugaron la vida por ella. Después de 1700 años, los cristianos de hoy estamos en la misma tesitura.



