Hay quien anda muy preocupado por las supuestas presiones que sufren las mujeres que pretenden abortar en nuestro país, donde, por cierto, uno de cada cuatro embarazos acabó en aborto el año pasado. El secretario de la CEE, Luis Argüello, ha dicho que lo preocupante es que se considere progreso eliminar una vida humana en el seno de la madre, mientras se califica de “ultraconservador” defender la vida. ¡El mundo al revés!

¡Claro que el aborto es un drama! En primer lugar, para la madre, que ya lo es porque lleva en su seno una vida que es distinta de la suya, como demuestran las ecografías, el genoma y el ADN. Por eso es incomprensible que se criminalice la presencia de personas que ofrecen información en la calle (a quien libremente la quiera recibir) sobre otras salidas al túnel en que esas mujeres se encuentran muchas veces: ayudas económicas y sicológicas, posibilidad de dar al niño en adopción, en definitiva, un verdadero acompañamiento humano.

Es verdad que nuestras leyes reconocen el derecho al aborto, pero también reconocen el derecho a la libertad de expresión, y el derecho a estar presentes en la plaza pública con absoluto respeto a las personas, para recordar con la oración la dignidad sagrada de la vida, y para ofrecer información de otras salidas a quien la desee recibir.

Y como recordó monseñor Argüello, hay un hecho significativo que no podemos silenciar: que muchas mujeres dispuestas al aborto (muchas veces, empujadas al aborto por todo un entramado social) al recibir esa información, al experimentar un encuentro humano, deciden seguir adelante con su embarazo. ¿Es eso lo que les preocupa a algunos?