Rafa, receptor de una donación de riñón: "Me quedé sin palabras. Le di un abrazo y le dije: gracias"

En la localidad de Corbera de Llobregat (Barcelona), la relación entre Asún, de 60 años, y Rafa, de 70, ha trascendido los límites de la buena vecindad para convertirse en una historia de solidaridad y vida. No son vecinos de rellano, sino de parcela, un matiz que en su caso ha significado compartir mucho más que un espacio físico: han forjado un vínculo tan fuerte que Asún no dudó en donarle uno de sus riñones a Rafa cuando este lo necesitó de forma vital. La suya es la historia de cómo un gesto altruista ha transformado por completo la existencia de dos personas, demostrando que la familia, a veces, es la que se elige al otro lado de la valla.

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De la vitalidad a la diálisis

Rafa Gómez era un hombre lleno de vitalidad, conocido en su vecindario por sus conocimientos sobre árboles frutales y huertos, que compartía generosamente. Sin embargo, su vida dio un giro drástico de un día para otro. “Dejé el día 18 de septiembre del 2024, dejé, el 19 también, y el día 20 me fui al hospital”, relata el propio Rafa. El diagnóstico fue demoledor: un fallo renal agudo y fulminante. “Me dicen, es muy grave lo que tienes, si tardas 8 horas más en llegar aquí, ya no habrían podido salvarte la vida”, recuerda sobre la advertencia de los médicos del Hospital Clínic de Barcelona, donde permaneció ingresado durante 40 días.

A partir de ese momento, la vida de Rafa pasó a depender de una máquina de diálisis, a la que debía conectarse tres días por semana durante cinco horas cada sesión. El deterioro físico fue evidente y rápido. “En un año he perdido 24 kilos de peso”, explica. 

Desde su parcela, Asún observaba con conmoción y pena el vertiginoso declive de su vecino, una persona que apenas dos meses antes rebosaba energía y que ahora se apagaba visiblemente.

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Una decisión meditada para regalar vida

La idea de la donación no fue un impulso para Asún, psicóloga de formación y voluntaria en cuidados paliativos. El germen de la idea surgió tiempo atrás, al escuchar por casualidad en un supermercado a una empleada que había donado un riñón a su hermana. Aquella historia se quedó grabada en su mente. Por eso, cuando la vida le puso delante la enfermedad de Rafa, no lo vio como una casualidad, sino como “una llamada”. Para ella, el concepto de familia es más amplio que el biológico, y su vecino formaba parte de ese círculo cercano.

Un día, mientras charlaba con Rafa y su marido, Asún se decidió. “Rafa, te voy a hacer un regalo”, le anunció, antes de pronunciar las palabras que lo cambiarían todo: “Te voy a donar un riñón”. Rafa se quedó sin habla. “Me quedé sin palabras. Le di un abrazo y le dije, gracias. Pero no le he podido decir nada más en aquel momento”, confiesa emocionado. A pesar de la contundencia de la oferta, Asún no actuó a la ligera. Se asesoró, contactó con la asociación de enfermos renales Álcer en Barcelona y habló con otros cuatro donantes en vida, quienes le confirmaron que se puede llevar una vida completamente normal con un solo riñón.

A mí me cambió la vida"

Rafa

Vecino de Asún

Unidos para siempre por un trasplante

Tras la oferta de Asun, se inició un proceso médico que duró seis meses, tiempo durante el cual se realizaron todas las pruebas de compatibilidad necesarias. Rafa, mientras tanto, continuaba en la lista de espera general de trasplantes de Cataluña, sin saber qué opción llegaría primero. Finalmente, las pruebas confirmaron que Asun era compatible. La cirugía se programó en el Hospital Clínic de Barcelona, un centro pionero en trasplantes en Europa, lo que aportó una gran confianza a ambos. El día de la intervención, ambos entraron en quirófano y, horas después, recibieron la noticia de que todo había salido bien.

Para Rafa, el cambio fue radical. “A mí me cambió la vida”, afirma con rotundidad. De la noche a la mañana, se vio liberado de la esclavitud de la diálisis. “De estar conectado a la máquina, 3 días a la semana, 5 horas cada día, a no tener que ir a hacer diálisis, pues el cambio que he pegado ha sido muy fuerte”, relata. Su gratitud hacia Asún es infinita: “Esto, yo creo que no te lo da nadie, a no ser que sea una persona buena como es ella”. Su relación también ha cambiado; ahora son, como ellos mismos dicen, “hermanos de riñón”. Rafa, de hecho, se refiere a ella cariñosamente como su “hermana pequeña”.

Asun, por su parte, se encuentra en perfecto estado de salud y asegura que su día a día no ha cambiado, más allá de la necesidad de hidratarse de forma más rigurosa. Con su gesto, no solo ha salvado una vida, sino que ha querido lanzar un mensaje. Insiste en que su caso no debe restar mérito a las donaciones entre familiares, pues para ella es lo mismo. “Mi concepto de familia es más amplio”, concluye, resumiendo su filosofía en una frase que resuena con fuerza: “Qué bonito que nos podamos cuidar unos a otros”.