José María Camarero, economista: "Acceder a una vivienda digna se ha convertido en una misión casi imposible"
Pilar García Muñiz analiza en 'La Tarde' los datos macroeconómicos y microeconómicos de la economía española

Viviendas
Madrid - Publicado el
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España vive un momento económico que, desde el punto de vista de los datos macroeconómicos, puede considerarse aceptable. Las cifras oficiales apuntan a un crecimiento del PIB por encima del 2 % anual, niveles de empleo cercanos a los mejores registros en décadas y una inflación más contenida tras años de tensiones.
Sin embargo, la percepción generalizada entre los ciudadanos es muy distinta: muchos no notan mejoras en su calidad de vida, siguen apretándose el cinturón a final de mes y desconfían de los discursos optimistas que llegan desde el Gobierno y algunas instituciones.
Desde el Ejecutivo, se insiste en que España es uno de los motores del crecimiento en Europa. Las exportaciones se mantienen sólidas, el turismo ha superado los niveles prepandemia y la inversión extranjera crece con fuerza. Además, la recuperación del empleo ha sido notable, con una tasa de paro que por primera vez desde 2008 se acerca a un dígito, y con una afiliación a la Seguridad Social que bate récords.
Los salarios reales siguen estancados
No obstante, el crecimiento no se está repartiendo de forma homogénea. Los salarios reales, ajustados a la inflación, siguen estancados y en muchos sectores incluso han perdido poder adquisitivo respecto a 2019. El encarecimiento sostenido de bienes básicos, especialmente alimentos, energía y vivienda, ha hecho que muchas familias apenas noten mejoras en su bolsillo, pese a tener empleo o incluso a haber recibido alguna subida salarial.
El mercado laboral, aunque más dinámico, sigue mostrando debilidades estructurales. El empleo creado no siempre es de calidad. La temporalidad en los contratos de trabajo ha disminuido formalmente con la reforma laboral, pero muchos contratos fijos encubren situaciones inestables, como los llamados “fijos discontinuos”. La parcialidad no deseada sigue presente y el trabajo autónomo, en muchos casos, se mantiene bajo condiciones precarias.
los precios del alquiler se han disparado
A este panorama se suma un problema de fondo que condiciona la percepción del bienestar: el coste de la vivienda. En las grandes ciudades, los precios del alquiler se han disparado, en algunos casos duplicándose en menos de una década. Para los jóvenes y las familias con ingresos medios, acceder a una vivienda digna se ha convertido en una misión casi imposible, y buena parte del sueldo se destina a pagar un alquiler o una hipoteca que se encareció durante el periodo de subidas de tipos.
La consecuencia es una ciudadanía que, aunque vea que “los datos son buenos”, no encuentra motivos para el optimismo. La frase del presidente del Gobierno afirmando que “la economía va como un cohete” ha sido interpretada por muchos como una declaración desconectada de la realidad. La oposición ha aprovechado el eslogan para lanzar críticas, pero más allá del debate político, lo que subyace es un malestar social sostenido.
No basta con que aumente el PIB
El crecimiento económico, si no se traduce en mejoras palpables en la vida de las personas, pierde legitimidad. No basta con que aumente el PIB si los salarios se mantienen planos, si el alquiler consume la mitad del sueldo o si el carrito de la compra cuesta cada vez más.
La brecha entre los indicadores y la experiencia cotidiana puede convertirse en un riesgo político, alimentando el desencanto, la desafección y la desconfianza hacia las instituciones.