
La foto de Fernando de Haro: "Un premio para el madrugador de mirada larga"
Madrid - Publicado el
1 min lectura
Foto de un milagro y de un madrugador que colecciona comienzos. El madrugador, cuando todavía era noche cerrada se ha puesto sus botas, se ha abrigado bien y se ha montado en un coche que le sirve también de furgoneta. El madrugador ha conducido hasta las afueras del pueblo, donde el horizonte se despeja para hospedar miradas largas. Y se ha subido al techo de la furgoneta mientras la oscuridad empezaba a clarear. Todo ha sucedió con calma, sin precipitaciones. El mundo ha vuelto a comenzar sin prisa. Al principio, lo que iba a llegar era solo una promesa, un cielo un poco menos negro. Parecía imposible que algo fuese a nacer, que de la cueva del firmamento fuese a salir un nuevo día. Pero piquetas silenciosas han comenzado a cavar buscando una aurora tímida y huidiza. Y lo que era negro se ha convertido en zaíno y lo zaino en gris. Y luego el telón del que cuelgan las estrellas se ha vuelto una acuarela morada y por el este, por donde sale el sol, por donde se anuncia el sol con avisos rosas y rojos, ha brotado una llama amarilla, un fuego que termina de quemar la noche y alumbra un comienzo generoso. Un fuego tranquilo, leve, sin sangre, derrota las tinieblas. Los cadáveres del mundo convertidos en bultos resucitan ahora bajo una luz de fantasía entre blanca, púrpura y oro. Y el horizonte es un huerto de limoneros y el cielo está tachonado de flor de azar. Una fiesta callada, un principio de colores que no caben en ninguna paleta. Una merced, un beneficio sin mérito. Un premio para el madrugador de mirada larga.



