Vivimos a doble velocidad. Escuchamos los audios más rápido, queremos acelerar el tiempo constantemente. La cuestión es para qué y si tiene consecuencia. La vida ha acelerado tanto que hay quien duda que no lleguemos a poder frenar.

Ana Isabel Fernández, socióloga, cuenta en 'La Tarde', con Pilar Cisneros y Fernando de Haro, que nos hemos acostumbrado a consumir rápido y que todo “empezó con la revolución digital”. La tecnología ha acelerado a las personas mucho más. Sobre qué hacemos con ese tiempo que ganamos, la socióloga opina que “ha sido un cambio de costumbres a todos los niveles”. Fernández revela que “nos hemos acostumbrado a la gratificación instantánea”.

Se vive con el sistema nervioso al máximo. La cultura de la inmediatez provoca “la presión social por responder rápido”. Y explica que dentro de “la cultura del titular” entra la “sensación de opinar pronto”, lo que hace sentir a las personas una “ansiedad social”. “Sentimos que la sociedad nos lo demanda”, aclara Fernández. Y “como no nos da tiempo queremos estar a la última hora de todos los temas”, añade. Antes era “imposible que alguien supiera de tantas cosas a la vez de tantos temas”, ahora es una exigencia.

Jonathan Benito, profesor de neurociencia de la Universidad Autónoma de Madrid, informa que “nos perdemos el 30% de la información” del mensaje cuando lo aceleramos, pero nos perdemos más cosas. Pero además. tenemos un mensaje más sesgado, se pierden las pausas, la entonación o la intención.

“El cerebro comprende, pero de aquella manera”, apunta el profesor. “Tenemos que recapacitar” respecto a esta aceleración, reflexiona Benito, porque “utilizamos la entonación para expresar autoridad o sentimientos”. “Si un amigo nos expresa tristeza, pero si lo ponemos a ‘x2’ no podremos entenderlo”, lo que provoca que “se distorsionen las emociones”, añade el profesor. La socióloga Ana Isabel Fernández comenta que un consumo "de forma rápida" provoca que se pierdan "muchos matices". “estoy perdiéndome los cimientos de una idea estructurada”

Cada vez la opción de acelerar está más disponible en más plataformas. Se permite, según Benito, porque “es un círculo vicioso”. Hay algunas informaciones neutras que quieren consumirse y extraer ideas concretas, pero cree que “el problema es cuando lo exportamos a otras plataformas” y en ese caso, “deja de ser disfrute”.

A la hora del ocio, deberíamos estar relajados, porque “cuando leemos un libro” momentos como en los de la “reconstrucción del escenario, cuando se acelera, es imposible” para el cerebro. “Si uno se acostumbra, se puede entrenar la capacidad para asumir el lenguaje a más velocidad”, reflexiona Benito. Aun así, puede llegar el momento en el que estemos oyendo a alguien durante una cena y “queramos acelerarlo y no podamos”, sentencia el profesor.