Desde que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunciase que abría su frontera para facilitar el paso de los refugiados hacia la Unión Europea, miles de personas se han desplazado hacia Edirne y otras poblaciones cercanas a Grecia. Allí, sin embargo, se han dado de bruces con la realidad: las autoridades griegas no les han permitido pasar a territorio helénico. Golpes, gases lacrimógenos y devoluciones a Turquía han sido el pan de cada día de los refugiados que se esperanzaron con las declaraciones de Erdogan.

Para contar desde el terreno la situación de los que han quedado atrapados allí, Fernando de Haro, con parte del equipo de ‘La Tarde’ de COPE, se ha desplazado a la zona para describir las circunstancias en las que se encuentran los refugiados y hablar con varios de ellos.

El comunicador ha estado en la estación de autobuses de Edirne, capital de la provincia turca de idéntico nombre que limita con Grecia y donde se concentran la mayoría de los refugiados que quieren acceder a la Unión Europea. Allí, cientos de personas, entre ellas varias familias con niños de corta edad, han montado un campamento improvisado, donde se aprecian tiendas de campaña, barracas improvisadas construidas con lonas y hogueras para calentarse. Otros han optado por resguardarse en un edificio en construcción abandonado.

De Haro y su equipo también se han dirigido a Pazarkule, el paso fronterizo entre Turquía y Grecia. Allí la policía turca impide que los medios de comunicación se acerquen a la frontera, algo que sí logran los refugiados. Decenas de personas, originarias mayoritariamente de Siria y de Afganistán, se han puesto delante del micrófono de COPE y han compartido con la audiencia sus historias personales y sus esperanzas futuras. 

El pueblo de Doyran, en la orilla del río Evros, fue el lugar donde cientos de refugiados se asentaron para intentar cruzar en pequeños barcos la cuarentena de metros que separan Turquía y Grecia. Sin embargo, las autoridades turcas los han desalojado y De Haro ha sido testimonio de cómo borraban con fogatas y excavadoras cualquier rastro de las personas que allí se habían establecido en los últimos días.