

"La Casa Blanca, si algo ha tenido en este tiempo, además de mucho ruido y pocas certezas, es el espectáculo constante"
La comunicadora de 'La Tarde' analiza los seis primeros meses de esta legislatura de Trump al frente de la Casa Blanca
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Donald Trump acaba de cumplir seis meses de su nuevo mandato como presidente. Ya sé que parece mucho más tiempo porque no hay semana en la que no hablemos de él, pero llegó a la Casa Blanca hace seis meses, hace medio año, el pasado 20 de enero.
Lo primero que hay que decir, es que ha habido mucha intensidad y poco resultados, por lo menos hasta el momento. Por ejemplo, llegó prometiendo que podría parar la guerra de Ucrania en 24, 48 horas. Han pasado seis meses y la guerra continúa y Trump ha ido poco a poco girando su estrategia a medida que Putin ha ido haciéndose el sordo con sus peticiones.
Es verdad que ha forzado más de una vez que Ucrania y Rusia se sienten hablar y eso es positivo, pero da la sensación de que los tiempos los ha manejado Putin y ahora Trump ha comenzado, cómo decirlo, a ser algo más cercano, más cariñosos y cabe con Zelenski después de aquella encerrona en el despacho oval.
Una prueba es que acaba de entregar misiles patrios vitales para que los ucranianos se defiendan de los misiles rusos. Más claro ha sido su posición con Israel y al conflicto en Oriente Medio.
Su apoyo a Benjamin Netanyahu se ha llevado hasta el extremo con una intervención directa en Irán y poca presión para que Israel frene su ofensiva sobre Gaza.
En síntesis, la administración Trump se mueve por impulsos y por la presión directa. Buena prueba de ello son los aranceles que ha mezclado la política internacional y la económica.
Esta ha sido la cara más clara del trumpismo. Empieza a negociar con los países, rompiendo la baraja e imponiendo sus reglas y lo cierto es que no le ha salido el todo mal. Por ahora, porque sí que ha conseguido nuevos acuerdos comerciales más beneficiosos para Estados Unidos.
Una estrategia que le permite jugar con los mercados porque él tiene la iniciativa, poner a todos nerviosos y luego aparecer como parte de la solución. A corto plazo no le ha ido mal, a largo ya no lo sabemos.
Esto acaba de empezar, como quien dice, y la comunidad internacional también va aprendiendo a jugar con esas reglas. De hecho, ya los mercados ni se ponen nerviosos. En este juego, negociando aranceles, está ahora mismo la Unión Europea y por tanto España, el país europeo por cierto más señalado por Trump ante la negativa de Pedro Sánchez a ampliar el gasto en defensa en la cumbre de la OTAN.
Los aranceles son uno de esos caballos de batalla más sonados y refuerzan su posición interna como una especie de paladín de la economía americana. El otro caballo de batalla tiene que ver con la mano dura contra la inmigración ilegal, que está llevando a miles de deportaciones y un constante enfrentamiento con el sistema judicial estadounidense.
Al final, estos seis meses han sido como una montaña rusa y con tanto vaivén algunos se ha caído del carro. Ha sido el caso de la sonora espantada de Elon Musk. El multimillonario dueño de Tesla ha pasado de ser un íntimo colaborador de Trump a un enemigo íntimo del presidente.
Y es que la política de la Casa Blanca, si algo ha tenido en este tiempo, además de mucho ruido y pocas certezas es el espectáculo constante.