La Foto: "Sus ojos miran sin mirar, empantanados desde que tiene uso de razón"
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Madrid - Publicado el - Actualizado
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La foto que me ha llamado la atención la he visto trasteando en la web de la agencia magnum, la gran agencia. La imagen está tomada en comedor. Un comedor con las paredes pintadas de un verde chillón. Paredes por las que trepan las tuberías. La única ventana está cubierta por un visillo más de color amarillo. Y así la luz es rubia, suave. Muy cerca de la ventana, Iván, un chico de unos catorce años come de un plato de lentejas. Ivan, el pelo también rubio y fuerte, la piel blanca, lleva puesta una camiseta morada y apoya un codo en un mesa cubierta por un hule a cuadros. Un hule de cuadros verdes, azules y amarillos. Junto al plato de lentejas reposan dos rebanadas de pan. Iván, la nariz y las mejillas salpicadas de pecas, tiene la mirada perdida en las formas geométricas del mantel de plástico. Sus ojos miran sin mirar, empantanados desde que tiene uso de razón, empantanados en sus soledades. Iván, como el poeta, pero siendo aún un niño, de sus soledades viene y a sus soledades va. Iván se llama Iván porque es uno de los nombres más frecuentes en Ucrania. Iván es un huérfano que vive en un hospicio de una ciudad ucraniana. Iván conoce a la perfección este mundo de comienzos del siglo XXI porque ha probado en su plato de orfanato el sabor de todas las soledades. Iván sabe lo que significa no haber terminado de ser engendrado, no engendrado una noche de una vez para siempre. No, él tiene nostalgia de un padre que le engendre todos los días, que le abrace todos los días, que le acompañe, que le enseñe a mirar lo que hay dentro de su plato de lentejas, que le ayude a comprender, que le deje acertar y equivocarse. Los ojos de Iván, perdidos en sus soledades, son los nuestros, los de quien teniendo padre y madre, vivimos como huérfanos.