Foto de Fernando de Haro:“ Y a la orilla, bañada por una marea baja, llegan olas..."

Foto de un bañista en una playa urbana con el mar revuelto. Es una playa de piedras rodeada de bloques de apartamentos, con los chiringuitos y los bares cerrados, con ese aire de devastación que tienen los pueblos turísticos al borde del mar cuando hace frío y el verano queda muy lejos y parece imposible que vuelva el calor. Al fondo luces para evitar que la bruma confunda. Y a la orilla, bañada por una marea baja, llegan olas que alargan la espuma. Son olas encrespadas, atormentadas, olas que caracolean como yeguas enfadas, olas que rompen demasiado pronto. Sobre las chinas de la playa, sentado, recibiendo el choque del océano, el bañista. Apoya las manos en el suelo para no perder el equilibrio. Un bañista que como es un hombre sano viviera seguramente 100 años en un universo que nació hace 14.000 millones de años y que seguirá existiendo muchos miles de años más, un bañista que mira en el horizonte un sol pálido que es una de las 100 millones de estrellas de la Vía Láctea que es una de las galaxias del universo, una entre el billón de galaxias del universo. El bañista es una de los 8.000 millones personas que viven en el planeta tierra, una de las 110 mil millones de personas que han vivido en la tierra desde que hay hombres sobre el planeta. Cuando el bañista muera habrá vivido unos pocos minutos de la historia del hombre sobre el planeta. Y el bañista recibe el océano, con su traje de baño corto, con el sentimiento y la seguridad de que todo lo que tiene ante sus ojos, lo que ha sido y será, es suyo.