Foto muy vieja de una playa de Málaga. La foto es tan vieja que parece un grabado. La tomaron hace más de cien años en esta playa de Málaga en la que estoy ahora. Por las colinas de la ciudad trepan algunas casas blancas, casas de dos pisos y teja de agua. Pero todavía se ve la roca seca y árida, pelada. El sol de la tarde castiga antes de empezar a despedirse. Y, sobre la arena, seis hombres conversan mientras las olas se ríen con su cabezonería de siempre. Dos de los hombres de la foto son soldados o policías con uniformes oscuros y pesados, uniformes que sudan, se mojan por dentro , se ensucian y huelen. Uno de los uniformados se pone a la sombra dentro de una garita de madera elegante y marcial. Junto a la garita una casetita más modesta, pintada de blanco. Un caballero con un traje blanco que se compró en cuba habla con uno de los policías. Los otros, de pie, también con pernos de buen paño y sombrero están de espaldas al mar vinoso. Ropas de invierno, cuellos duros, zapatos sólidos, monteras de ciudad. Una indumentaria inapropiada para estar en la orilla del Mediterráneo, para recibir a las sardineras. Ropa fuera de lugar Y tiene su lógica porque plantarse desnudo ante el mundo y el agua no es fácil, porque el viento pica, la sal escuece, el sol quema. Los seis hombres de la foto buscan trincheras en las que ponerse a salvo, van de refugio en refugio mientras la vida los vuelve a dejar en cueros.