El burro doméstico, cuyos ancestros trotaban silvestres en el continente negro, inició hace siete milenios su relación con el hombre, que apreció la fortaleza, la resistencia y la docilidad de este animal de carga y tracción. Hasta que llegaron las máquinas, fue campesino, obrero, taxista, bombero, minero, pastor, nevero y aguador. En España, donde había más de un millón al acabar la Guerra Civil, apenas hay censados hoy 30.000. Uno de ellos es de Carlos Herrera y sobre él ha hablado la persona que lo cuida, Pascual Rovira, el fundador de la Asociación para la Defensa del Borrico.

Al no tener un uso productivo, han quedado obsoletos. Y, aunque en algunos lugares se consume su carne o su leche, no son rentables porque son animales de crianza lenta. Con entrenamiento, son capaces de reconocer el significado de más de mil palabras. Son superinteligentes, empáticos y sociables. Siempre tienen un mejor amigo. Y si se han ganado la fama de tercos es porque tienen un gran instinto de supervivencia. Si hay una amenaza, no se van a mover. El de Carlos Herrera no se ha movido de Rute, donde se encuentra la ADEBO, donde tiene el cariño de Pascual.

No todos tienen la suerte de vivir como 'Fósforo', que así se llama el animal. Como no solo de literatura vive el burro, aunque está muy bien resucitar para los niños al entrañable 'Platero' de Juan Ramón Jiménez o a la tozuda montura cervantina, en España les han buscado otras utilidades para protegerles. En Doñana, por ejemplo, pastan en zonas de vegetación seca y crean cortafuegos ecológicos. En ADEBO enseñan a los niños a amar a estos equinos con el medio centenar de ejemplares que tiene a su cargo Pascual Rovira.

El burro que tiene Carlos Herrera

También hay lugares donde han desarrollado hasta ocho millones de asnos por la simple y llana creencia de la medicina tradicional asiática de que la gelatina de su piel es una especie de bálsamo de Fierabrás que lo cura todo. Eso pasó en China, arrasándolos de África y Sudamérica, una práctica que condenan desde ADEBO. Las razas puras no llegan a una décima parte de la cabaña española, unos 30.000 ejemplares. Por eso buscan la perduración de la especie, algo que el ejemplar del también presentador de COPE, César Lumbreras, parece hacer mejor que el de Carlos Herrera, como relata Pascual Rovira.

1.000 euros al año cuesta alimentar con paja a un animal sano y 3.000 a uno enfermo que necesite pienso y cuidados veterinarios extra, cuando las ayudas europeas se reducen a 62 euros por animal y año. Cuando decimos que alguien es un burro queremos expresar que su comportamiento dista mucho de ser civilizado, pero en realidad es un mal mote que no hace justicia a un animal tan noble. "De su lomo yo me asomo al mundo de la amistad y humanidad", que diría el poeta Juan Ramón Jiménez de su querido 'Platero'.