Los crímenes sin resolver resultan tan intrigantes que en ocasiones se convierten en mitos, en historias que parecen proceder de leyendas tenebrosas que nada tienen que ver con la realidad. Pero, lamentablemente, son reales.

Nadie sabe su nombre. Nadie conoce su rostro. Asesinó y descuartizó a su víctima, pero jamás pisó la cárcel. Aquel personaje desconocido, después de secuestrar a Elizabeth Short, la llevó a un lugar apartado donde nadie pudiera oír sus gritos de dolor.

Allí, la aspirante a actriz conocida en su entorno como “La Dalia Negra”, fue amarrada al techo por las muñecas y los tobillos, quedando colgada de cabeza, para después recibir puñetazos por todo el cuerpo. El agresor, que torturó a su víctima durante días, le cortó la boca de oreja a oreja con un afilado cuchillo, le arrancó pedazos de carne, y la quemó en el pecho con cigarros encendidos.

Cuando se decidió a matarla, cortó el cuerpo en dos por la cintura, falleciendo la víctima por una mezcla de pérdida de sangre y de conmoción cerebral.

Su cadáver apareció el 15 de enero de 1947, tirado en un vertedero de Los Ángeles, en el Estado de California, cerca de las viviendas de grandes estrellas del cine de Hollywood.

Es uno de los muchos casos sin resolver que llenan páginas de diarios de crónica negra, como también lo fue la desaparición misteriosa de Dorothy Forstein. Una noche del mes de octubre de 1950, y ante la ausencia de su marido, sus hijos vieron cómo una siniestra figura cargaba en su hombro el cuerpo desvanecido de Dorothy, y se la llevaba de casa sin dejar rastro.

Al llegar el padre a casa, uno de aquellos niños lanzó al aire una enigmática frase: “Alguien estuvo aquí… y se llevó a mamá”.

Son dos expedientes sin resolver. Dos historias que han servido de inspiración para libros, artículos y películas. Dos víctimas cuyos verdugos no pagaron por sus crímenes.