Así cambia la historia: los grandes finales de era que nadie vio venir

Hay noches, como la de Nochevieja, que se disfrazan de final del mundo, pero son solo una liturgia. Sin embargo, la historia está llena de finales reales, momentos en los que una forma de vivir, pensar y organizar la sociedad termina sin que sus protagonistas lo perciban. Son puntos de no retorno que, vistos desde el futuro, marcan "el fin de algo importante o el comienzo de algo completamente nuevo", aunque quienes los vivieron siguieran con su día a día, ajenos al cambio inminente.

El hundimiento de un Reich de mil años

En abril de 1945, el final del Tercer Reich se concentraba en un búnker de hormigón bajo el jardín de la cancillería en Berlín. Mientras el Ejército Rojo avanzaba calle a calle por una ciudad en ruinas, los últimos leales al régimen sobrevivían en un ambiente de humedad y aislamiento, con teléfonos que cada vez sonaban menos porque ya casi nadie podía responder al otro lado.

Allí, un Hitler física y mentalmente deteriorado, con un párkinson avanzado, vivía en una realidad paralela dando órdenes a ejércitos que ya no existían. Este final fue coherente con la trayectoria del régimen: un final fanático simbolizado con una representación de "El funeral de Sigfrido" de Wagner mientras los líderes nazis, incluido Goebbels y su familia, se suicidaban para no caer en manos de los rusos.

El fin de la soberbia y la Belle Époque

El Titanic era más que un barco; fue "la metáfora de una mentalidad". La noche del 14 al 15 de abril de 1912, en un océano en calma antinatural, navegaba un microcosmos de la sociedad de la época: desde los lujos de primera clase hasta los emigrantes de tercera. El choque con el iceberg fue solo "una raspadura en un casco, un ruido extraño y un leve temblor", insuficiente para alertar a los pasajeros.

Las dos horas que tardó en hundirse supusieron también el naufragio de una forma de pensar, "la idea de que la técnica y el dinero podían con todo". La soberbia de creer haber construido algo insumergible llevó a que no hubiera botes para todos, y la tragedia se convirtió en un golpe mental y moral al orgullo de toda una generación.

El mundo de ayer, no supo qué era el mundo de ayer hasta que fue demasiado tarde"

Guillermo Díaz

Experto en historia

De forma similar, la Europa de la primavera y el verano de 1914 era "una postal engañosa". La efervescencia cultural de la Belle Époque en Viena, París o Berlín ocultaba una carrera armamentística y nacionalismos a punto de estallar. El asesinato del archiduque en Sarajevo fue la chispa que incendió un polvorín perfectamente preparado.

Mientras los diplomáticos cruzaban telegramas cada vez más alarmantes, la gente seguía en los balnearios y las playas, sin saber que en meses estarían en las trincheras. Como resumió el escritor Stefan Zweig, "El mundo de ayer, no supo qué era el mundo de ayer hasta que fue demasiado tarde". Aquella fue la verdadera última hora de una civilización que estaba a punto de matarse a sí misma en la Primera Guerra Mundial.

De Roma a la Nueva España: nacen nuevos mundos

Uno de los giros más decisivos para Occidente fue la conversión al cristianismo del emperador Constantino. Hasta entonces, el Imperio romano había sido oficialmente pagano, y el cristianismo, una fe perseguida. Pero tras una visión antes de la batalla del Puente Milvio, todo cambió. El Edicto de Milán concedió libertad de culto y la nueva fe pasó "de las catacumbas a los palacios".

La llegada de Hernán Cortés a México en 1519 es otro de esos momentos que cambian el mundo para siempre. La caída del Imperio Azteca no fue solo obra de los españoles, sino de un golpe interno liderado por un agente externo, aprovechando las divisiones existentes. Para los habitantes del valle, el mundo que conocían se acababa de forma traumática.

Son puntos de no retorno, el fin de algo importante o el comienzo de algo nuevo"

Guillermo Díaz

Experto en historia

Aquel fue el inicio de un mundo nuevo, mestizo y violento, que daría lugar a la Nueva España y consolidaría a España como la mayor potencia global durante dos siglos. Este acontecimiento, comparable a las gestas de Julio César o Alejandro Magno, cambió el orbe y la historia para siempre.

Hoy, podríamos estar viviendo un cambio de era similar sin ser plenamente conscientes. La llegada de Internet y, más recientemente, la inteligencia artificial, están disolviendo el mundo que conocíamos. Así como nadie pensó que el primer email cambiaría nuestras vidas, es posible que aún no comprendamos la magnitud de lo que "la irrupción de la inteligencia artificial en nuestras vidas va a suponer", marcando el fin de un modo de vida.