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LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA

John Haigh: “si contase la verdad, no se la creerían"

'El vampìro de Londres' mataba a sus víctimas y las disolvía en ácido sulfúrico

Tiempo de lectura:3Actualizado26 feb 2023

La señora Olive Durant-Deacon, de 69 años, acudió confiada a la vivienda de aquel amable hombre que parecía interesado en financiar su negocio de venta de uñas postizas.

Aquel 18 de febrero de 1949, la mujer penetró en una casa de la que jamás saldría con vida. Su presunto mecenas la condujo hasta el almacén. Mientras ella ojeaba la estancia, el criminal, a su espalda, le disparó en la cabeza. Ya muerta, le hizo un corte en el cuello con una navaja, para después volcar en un vaso la sangre que manaba, que se bebió con auténtico placer.

ÁCIDO SULFÚRICO

El asesino, el británico John George Haigh, decidió hacer desaparecer cualquier huella del crimen, tal y como había planeado desde hacía tiempo. Tras quitarle al cadáver los objetos valiosos que portaba, lo introdujo en un bidón que luego llenó con ácido sulfúrico.

Tras el asesinato, como si no hubiera ocurrido nada, John se tomó una taza de té, y se comió un huevo escalfado y una tostada.

Dos días después, en aquel bidón sólo quedó flotando un trozo de grasa y un hueso. Aquella pasta en la que se había convertido la señora Durant-Deacon fue arrojada junto a un cobertizo.

No era aquel el primer crimen cometido por John George Haigh. Ya había asesinado a otras víctimas a las que también había hecho desaparecer con el sistema del ácido, quedándose en cada caso con sus bienes económicos.

Detenido en febrero de 1949, el protagonista del expediente de esta noche fue condenado a pena de muerte por ahorcamiento, que se llevó a cabo en la mañana del 10 de agosto de aquel mismo año.

En la actualidad, un muñeco de cera que porta su traje, se expone en la Cámara de los Horrores del Museo de Madame Tussaud.

Se cumplen 74 años del arresto de este asesino británico llamado John Haigh, apodado ‘El vampiro de Londres’. De él te puedo contar que no tuvo una infancia normal... su familia pertenecía a una secta cuyos miembros evitaban todo contacto con el exterior.

Tenía prohibido leer, escuchar la radio, jugar con otros niños... John creció y comenzó a trabajar. Tuvo varios empleos, pero lo que realmente le atraía era delinquir: robaba coches, estafaba... así que acabó encarcelado. Y fue en prisión donde se obsesionó con los casos de aquellos asesinos que no habían podido ser condenados al no encontrarse los cadáveres de sus víctimas. Y soñó con el crimen perfecto: hacer desaparecer los cuerpos con ácido sulfúrico.

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SUS VÍCTIMAS

Su primera víctima fue el dueño de una fábrica de juguetes en la que había trabajado. Lo mató y deshizo el cuerpo en ácido sulfúrico. Se quedó con su casa y, cuando los padres fueron a ver qué pasaba... también los mató y disolvió sus cuerpos. Vendió sus propiedades y se quedó con su dinero. Ana Mendoza es criminóloga y autora del podcast 'Crónicas de la calle Morgue' y en La Noche de Adolfo Arjona ha contado más detalles sobre el modus operandi de Jonh Haigh. 'Su forma de actuar evloucionó porque con sus primeras víctimas empleó la fuerza bruta, hasta que consigió el revolver de una de ellas y lo utilizó para cometer sus asesinatos' cuenta Ana Mendoza.

Jonh Haigh no solo disolvía los cuerpos de sus víctimas en ácido, también se bebía su sangre. Y todo ello para quedarse con su dinero y propiedades. Pero la policía comenzó a sospechar de él con la desaparición de Olive Durant-Deacon.

DETENIDO

El 28 de febrero de 1949, John Haigh fue detenido ydijo a la policía:“Si contase la verdad, no se la creerían. Es demasiado fantástica para ser creída. Se la voy a contar. La señora Durant ya no existe. Ha desaparecido completamente y jamás se encontrará de ella vestigio alguno. La he destruido con ácido. Encontrará algunos restos de esa pasta en Leopold Road. Todas las huellas han desaparecido. ¿Y cómo va a probar usted un asesinato, si el cadáver no existe? Sin el cuerpo del delito, no podrá”.

Aunque las autoridades solo le atribuyeron una muerte, lo cierto es que el propio John Haigh habló de nueve víctimas. 'El caso atrajo bastante la atención porque el tema de la sangre fue publicado por la prensa y se le puso el apodo de el vampiro de Londres' cuenta Ana Mendoza; 'él intentó exculparse diciendo que su madre le había influenciado porque era una visionaria que tenía sueños premonitorios, pero la fiscalía dijo que todo era finjido y que estaba totalmente cuerdo'.

John Haigh mataba a sus víctimas... y después se deshacía literalmente de sus cuerpos: se encargaba de que no quedara rastro, disolviendo sus cadáveres en bidones llenos de ácido sulfúrico.


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