A ciertos sectores de la izquierda, especialmente de la izquierda más radical, les escama que se hable de Venezuela. Sobre todo que se denuncie la miseria en la que el régimen chavista ha sumido el país. Lejos de la teoría cínica de Iñigo Errejón asegurando que en Venezuela la mayoría puede hacer tres comidas al día, la imagen es la de un pueblo que se muere de hambre, que rebusca en la basura y que no puede acceder a los medicamentos básicos. Los enfermos crónicos literalmente fallecen porque no les llega la medicina.

Maduro en una clara política de propaganda hace gala de ese mensaje muy propio de regímenes totalitarios “que no te lo cuenten otros”. Y afortunadamente, ante la situación crítica que se vive en el país, han llegado a Venezuela muchos periodistas para contar lo que ven. Ángel Expósito, el director de la linterna, se va este fin de semana. Y cuando se amplían las miradas, cuando hay más ojos independientes para ver y contar lo que está pasando, aumenta también la dimensión de esta crisis. La foto de esos tres contenedores cruzados por las autovías donde se pretende que llega la ayuda humanitaria confirma una cosa. Maduro prefiere que los venezolanos se mueran de hambre antes de admitir que su régimen sólo ha llevado miseria a uno de los países con más posibilidades del mundo.