Ibiza es, sin duda, uno de los lugares más elegidos por españoles y extranjeros para pasar las vacaciones de verano. En principio parecen buenas noticias ya que, la llegada de ese nutrido número de visitantes, incrementa el empleo así como la riqueza en la isla balear. Pero, convertirse en destino estrella de descanso también provoca importantes problemas a los residentes de la zona y, mirando algunos datos, no es de extrañar.

Las Islas Baleares, tienen una población que roza el millón doscientas mil personas y, solo en 2018, recibieron a más de 16 millones y medio de visitantes. Una presión, por parte del turismo, que se hace especialmente palpable en verano. Por ejemplo, en Ibiza viven cerca de 154.000 ciudadanos durante el año y, en agosto, llega a triplicar su población.

Una situación que tiene una consecuencia directa en el bolsillo de los residentes, tal y como ha quedado demostrado en la Encuesta de Condiciones de Vida publicada por el Instituto Nacional de Estadística. Según ese estudio, en 2018, en Baleares, más del 62 % de los vecinos llegaban con dificultad a final de mes. Entre los posibles causantes destaca el elevado precio de la vivienda, especialmente del alquiler. Un mercado en el que muchos propietarios prefieren garantizarse la renta de los meses de verano, momento en el que suben espectacularmente los precios, y cerrar contratos de septiembre a junio algo más baratos.

Aunque, al margen del coste que pueda suponer la llegada masiva de turistas a los residentes del lugar, lo cierto es que también obliga a la Administración a reforzar los servicios públicos.

Es la otra cara de la moneda de esos típicos lugares de veraneo, en los que la población se incrementa de manera exponencial durante un par de meses antes de volver a la normalidad. El turismo es, sin duda, una fuente de empleo y riqueza pero, una parte de la población, pide que también esté sujeto a criterios de sostenibilidad que garanticen que no conlleve consecuencias negativas para los vecinos de la zona.