Diego Garrocho: "La ley de amnistía será quizá válida en derecho, pero nacerá lastrada por su origen espurio y por su injusticia intrínseca"

Pues hoy ha trascendido que ya está lista la ponencia del Tribunal Constitucional sobre el grueso de la ley de amnistía. Dada la actual composición del órgano, es razonable esperar que en un plazo relativamente breve, en unos 20 días, se declare su constitucionalidad. En las últimas horas asistimos a un renovado debate sobre el encaje de esta ley en la Carta Magna, y hacen bien quienes lo sostienen. No en vano, hasta 11 magistrados se mostraron en su día contrarios a la constitucionalidad de la iniciativa.

Con todo, creo que este es un debate en gran medida estéril. La eventual constitucionalidad de la amnistía no agota el juicio político ni ético que sobre ella puede y debe hacerse. Si el Tribunal Constitucional la valida, lo único que se habrá establecido es su compatibilidad con nuestra norma fundamental, pero eso no impide que la amnistía continúe siendo una norma profundamente injusta.

Los antiguos griegos distinguían entre lo que era conforme al nomos, la ley, y aquello que era verdaderamente justo, la dike. A lo primero lo llamaron nomimos y a lo segundo dikaios. Así, una norma podía ser legal sin ser en modo alguno justa, y eso es precisamente, creo, lo que ocurre con esta ley. La amnistía no nació del consenso ni de la convicción, sino como moneda de cambio para una investidura. Fue redactada ad hominem, quebrando los principios de generalidad e impersonalidad que deben regir toda ley en un Estado de derecho.

Se promovió, además, por impulso directo de sus beneficiarios, sin el más mínimo intento de construir una legitimidad social que, además, tratándose de una norma de tan hondo calado divisivo, resultaba indispensable. Y no olvidemos, además, que fue anunciada tras haberse prometido de forma expresa que jamás se aprobaría. Podrá ser constitucional, si así lo estima el alto tribunal, pero eso no la hará justa.

La legalidad en democracia no debe ser coartada para la deslealtad política ni para la degradación de los principios que sostienen la convivencia. La ley de amnistía, en este sentido, será quizá válida en derecho, pero nacerá lastrada por su origen espurio y por su injusticia intrínseca.