Diego Garrocho: "La cortesía no es el barniz que disimula lo que somos: es la madera misma de la que estamos hechos"
El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, denuncia la degradación de la cortesía en la política actual como síntoma de una crisis más profunda

Madrid - Publicado el - Actualizado
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Pues el pasado jueves, en el Congreso de los Diputados, Pilar Vallugera, diputada de Esquerra Republicana de Cataluña, decidió que su escaño era el lugar idóneo para dejar caer, con descuido, la pierna sobre la botonera. Creo que esa imagen representa el signo de una época, una evidencia visual de la debacle de la cortesía parlamentaria de nuestro tiempo.
No se trata de un hecho aislado. En los últimos meses hemos visto a nuestros representantes adoptar tonos completamente impropios de la dignidad de sus cargos. La degradación de la cortesía pública se ha agravado notablemente en el último tiempo. El comportamiento del ministro Óscar Puente, con insultos directos a periodistas o amenazas veladas a ciudadanos, es sin duda el ejemplo más claro. Pero incluso ayer mismo vimos al presidente del Gobierno comportarse como un matón de barrio en la red social X.
Aludiendo a la carta de Mark Rutte, secretario general de la OTAN, se dirigió a Núñez Feijóo diciendo: Toma, Alberto, que alguien te la traduzca, a ver si eso aclara tus dudas. Hace falta mucho cuajo para tutear en público al jefe de la oposición y, sobre todo, hace falta una masculinidad propia de los colegones del Puyot para expresarse con ese desparpajo. Solo un presidente débil y vulnerable puede sentir la necesidad de recurrir a ese tono. Y a veces, en situaciones críticas, el inconsciente nos traiciona y emergen los códigos con los que hemos sido educados.
Edmund Burke, en sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa, subrayó que los códigos no escritos son los que sostienen la vida pública. La cortesía, la moderación o incluso la pompa ceremonial no eran para él meros protocolos: eran estructuras simbólicas, que contienen el poder, que lo domestican y que lo hacen aceptable.
Norbert Elias, en su obra El proceso de la civilización, mostró cómo la urbanidad, los modales en la mesa, el dominio del cuerpo o el control de los impulsos no son lujos burgueses sino conquistas sociales, son herramientas de contención.
Las formas importan, Ángel, y por el contrario, o contra lo que muchos piensan, la cortesía no es el barniz que disimula lo que somos: es la madera misma de la que estamos hechos.



