Madrid, Madrid, Madrid. Ahora que las estamos pasando canutas, que hay más de 1.000 contagiados por coronavirus de cada 100.000 habitantes en Alcobendas, Fuenlabrada, San Sebastián de los Reyes. Ahora, es cuando hay que estar más orgulloso que nunca de ser madrileño. En mi caso, de barrio. De Cuatro Caminos.
Porque no nos hacen falta ocho apellidos madrileños, entre otras cosas porque no existen. No. Yo trabajo con un gallego, con un vasco y una vasca, con un catalán, con una Navarra, con otra chica de Vallecas. Da exactamente igual.
Herrera de Almería, Cataluña o Sevilla. Pepe, de Galicia. Paco, Manolo… de Cabra. Joseba, de Donisti. Cristina, hija de alemana. Fernando, de Córdoba. Pilar, zamorana. Y ¿Qué más da?
En sentido contrario, seria complicado. Mi suegro de Pontevedra, mi madre de Talavera. Mi hija de la China profunda. Da igual. Esa es la ventaja de Madrid. Así que, ahora qué mejor momento para estar orgulloso, para pedir ayuda y para decir aquello de ‘de Madrid al cielo’.
Sí. ¿Qué pasa?